Ni ante las pretensiones imperiales en Rusia y China seremos “ni-nis” [Noviembre 2017]

Os dejamos a continuación con otro artículo rescatado de nuestra revista de Red Roja nº 17, publicada en noviembre de 2017, en el que reivindicamos la herencia del socialismo en la super-estructura de la actual Rusia y la presencia del socialismo en China.

Estamos ante un asunto que en Red Roja venimos tratando desde hace tiempo, a fin de desarrollar nuestro criterio antiimperialista. Ya en 2012 publicamos nuestra declaración “Desinoculándonos nuestra parálisis antiimperialista”, cuya (re)lectura recomendamos y en la que adelantábamos lo siguiente: “Claro que pueden encontrarse actitudes y actuaciones imperialistas en muchos países de todos los tamaños, sin duda más creíbles en Rusia y en China por su potencia. Claro también que sobran por aquellos lares casos de explotación capitalista con los que no vamos a comulgar. Pero, para los marxistas, lo importante no es el imperialismo que se quiera, sino el que se ejerza, o se pueda ejercer. Seguimos ligando el imperialismo más criminal y causante principal de agresión de los pueblos a los países capitalistas “viejos y avanzados” (…) Por eso, con Cuba, Venezuela y resto de países del campo bolivariano, muchos nos negamos a explicar los conflictos derivados de la pretensión de someter a China y a Rusia como contradicciones interimperialistas de mismo nivel”.

Un lustro más tarde, observamos con preocupación la desorientación existente, no ya en el ámbito antiimperialista, sino en una parte del movimiento comunista internacional (movimiento en el que nuestra organización se inscribe), por lo que creemos que sería pertinente ahondar en lo que ya establecimos.


La defensa relativa y antiimperialista que hacemos de China y Rusia no es en el plano ideológico y, mucho menos, en el plano de las relaciones entre comunistas. La caída del bloque soviético y sus efectos, así como la desviación de los dirigentes chinos y su deriva capitalista, son evidentes. Las realidades de explotación y opresión están ahí.

Incluso antes de que el muro cayera se era entre nosotros crítico con esos países, por cómo orientaban la lucha de clases a nivel internacional. En no poca medida, dicha caída muestra de hecho el fracaso de la política revisionista de “coexistencia pacífica” y de la idea de que el socialismo podía desarrollarse bajo la pérfida égida de la ONU.

Lo fundamental para nosotros es poner sobre la mesa los límites en la construcción del socialismo que se derivan de que el capitalismo internacional siga dominando las finanzas a nivel mundial y de la permanente tensión y chantaje militares en que pone al planeta. Lo criticable no es que se den estos límites en cualquier país que afronte la vía socialista –límites que ya genialmente Marx previera en La Ideología Alemana-, sino que no se reconozcan y, en definitiva, que se olvide el carácter internacional de la construcción y profundización socialistas. Y esto compromete de forma primordial al movimiento comunista en el centro del campo imperialista: nuestro movimiento debe estar en marcha independientemente de especulaciones acerca de cuándo tomaremos nosotros el poder.

El caso es que, a día de hoy, países como Rusia y China no pueden negar (incluso para garantizar su misma existencia) muchas de las conquistas que el socialismo logró materializar. En Rusia, por ejemplo, comprobamos que los efectos de un sistema no caen de golpe; sería antihistórico pensarlo, y el socialismo no es solo un sistema económico. Hay pervivencias: entre otras cosas, una gran simpatía por la Unión Soviética en el campo militar (mandos militares que reivindican el Ejército Rojo), en el campo cultural, en lo propagandístico y, cómo no, la memoria de la victoria contra el nazismo.

Si bien Putin fue avalado por el vendepatria Yeltsin en un principio, los años de este último dejaron claro a los dirigentes rusos que el reparto capitalista ya estaba hecho de antes y que no podían entrar en el mismo. Desde entonces, hasta por intereses geoestratégicos y de simple independencia nacional (amén de que hay mucha inercia de educación socialista), el pueblo ruso sigue sintiendo desconfianza hacia las estructuras del capitalismo internacional. Y no es simple “nostalgia”.

La inserción del capitalismo es histórica: no se elige, es resultado de una evolución previa. Por eso al marxista no le interesan políticamente cuáles sean las “intenciones imperiales” de determinado Estado, sino su capacidad real para materializarlas. Rusia posee macroempresas ligados a lo energético, pero no tiene una importante fuente externa de retorno de capital. ¿Acaso se puede decir que, en países como Ucrania o Siria, Rusia haya jugado el mismo papel que la UE o los EE UU? En cuanto a China, que sí ha comenzado a expandirse por África, ¿cómo comparar su política hacia dicho continente con la de EE UU o los europeos? ¿Qué países ha bombardeado? ¿Qué golpe de Estado ha promovido? ¿Y en América Latina? ¿No es cierto que la política china y rusa ha entrado en connivencia con países que optan por la vía socialista o, al menos, por un desarrollo independiente y a los cuales desde el movimiento comunista apoyamos, como Cuba y Venezuela?

Como hemos dicho, los dirigentes rusos o chinos no podrían haber elegido “a la carta” una determinada posición dentro de la élite de potencias capitalistas. Solo han podido acceder al lugar en el que les ha situado el FMI. Y si no quieren ser abducidos del todo, han de luchar por cierta independencia frente al capitalismo internacional. Es claro que en los planes a medio y largo plazo de EE UU y Europa entra el ataque a Rusia y China. La agresión mediática es evidente: no paran de hacer campañas de propaganda. No, no se puede hablar de “contradicciones interimperialistas al mismo nivel”, sino que estos países son de hecho víctimas del imperialismo y están en las miras de este. 


Conjugaremos este criterio principalmente de orden antiimperialista con nuestra fidelidad al internacionalismo proletario. Así, al tiempo que apoyamos a Rusia y China en el terreno internacional como fuerza real contra el imperialismo, nos sumaremos a cualquier lucha de la clase obrera china o rusa contra la explotación y contra sus propios gobiernos. 

El futuro de esos pueblos está en algo que, ciertamente, no tienen ahora: en el socialismo. Un socialismo que es tan grande que, en diversos terrenos, continúa perviviendo incluso allí donde cayó y oficialmente ya no existe. Pervive en el corazón de muchas y muchos, hasta el punto de obligar a las autoridades a homenajearlo (aunque sea por cálculos nada comunistas); lo que demuestra que hay vida en el “muerto”. El socialismo, que no se ha ido del todo, cayó y volverá. Sencillamente porque el capitalismo, que tenía que haberse ido hace tanto para no volver, solo pudo encontrar en la barbarie la manera de prolongar su vida cadavérica. Tal como nos había advertido Rosa Luxemburgo.

Revista Red Roja nº 17. Noviembre 2017

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