[EDITORIAL] Ante la recesión en curso, reimpulsar nuestra tarea política principal

En la primera parte del reciente informe publicado por Red Roja sobre la situación internacional[1], nos hemos referido a que las consecuencias de la recesión económica en curso afectarían especialmente a “países intermedios” como el nuestro, países que de alguna manera se han constituido en la periferia más inmediata para el centro del sistema. Que ya éramos periferia de antes se vio a las claras en ocasión de la réplica del 2007-2008, cuando Spain cerraba la lista PIIGS (denominación que jugaba de forma despreciativa con la palabra “cerdo” en inglés) y que abría Portugal e incluía a Italia, Irlanda y Grecia. En definitiva, nos encontramos entre países que cuentan con un margen mucho menor para la exportación de sus males tanto económica como militarmente. 

Pero si ya era así hace una década larga, en la actualidad las perspectivas son más sombrías, pues hoy es el propio núcleo duro de la UE el que busca, con más desesperación si cabe que en 2008, periferia “fresca” donde enchufar sus cañerías. Y ha anunciado vía el banco central con sede en Fráncfort que no va a rescatar, mediante financiación fácil, a aquellos miembros con mayores índices de deuda, de paro, etc. Bien al contrario, los llamados “países frugales”[2] plantean exigir a los del sur fuertes ajustes cuando reciban ayudas financieras del Banco Central Europeo (BCE)[3]. No sería descabellado afirmar, pues, que nos encaminan a un Grecia 2.0.

En esta tesitura es normal que gobiernos como el español tengan un interés desmedido en confundir acerca de las causas de lo que se avecina. En un país que conoció un acontecimiento como el 15M y un importante ciclo de movilizaciones en la década anterior -sin duda ligados a la crisis de 2008-, y cuando comienzan otra vez a bajar a la calle sectores varios, no es de extrañar que sus gobernantes sueñen con que nuevas ediciones de la protesta social cambien las puertas del Sol y las plazas patrias por los consulados y la embajada rusas, ya que… evidentemente aquí íbamos de maravilla hasta que Putin nos declaró la guerra a todos.

Sabido es que Sánchez sobresale en el “magisterio” de las maniobras demagógicas y de la utilización del cinismo a lo grande. Desde que se tuvo que imponer en su propio partido a codazos, ha tenido que ir cambiando de personaje y de guion para su supervivencia política. Y ahora ha creído, con la guerra en Ucrania, que él tenía que ser más papista que… el mismo Tío Sam. Pero no nos engañemos, hay mucho de bufonada en sus diatribas a Rusia. Su va-t-en guerre contra el “diabólico Putín”, con la inestimable ayuda del inefable Borrell, tiene más que nada un objetivo de propaganda desviacionista interior (otro desviacionismo a añadir a la larga lista que venimos denunciando). Necesita un chivo expiatorio de envergadura para justificar la  conculcación de facto de todas las promesas en materia salarial, de pensiones, ayudas sociales, etc. que no habrá anuncios de medidas anticrisis que compensen. También hay que decir que no es el único gobernante por aquí, por el occidente “avanzado”, que se ha apuntado a la burda y estúpida cultura de la cancelación de todo lo ruso.

Para colmo, a Sánchez, después del resultado de las elecciones andaluzas se le complica la decisión sobre el disfraz a tomar ante un nuevo período de ajustes. Por un lado, los barones de su partido, con el auxilio de los editoriales de El País, vuelven a la carga para que se enfunde el vestido de “hombre de Estado” y se deje de veleidades con los que aquellos llaman radicales y separatistas. Pero la múltiple coalición “progresista” y nacionalista periférica que le ayudó a desbancar a Rajoy le pide que continúe yendo de “presidente del gobierno más progresista de la historia”. Y que siga saliendo en conferencias de prensa anunciando ayudas anticrisis para los más desamparados. Dicha variopinta coalición que apoya al gobierno, a pesar de que se sabe que no está en sus horas más altas, le recuerda al presidente que, si se pone a comprarle el discurso al PP, la Historia casi siempre elige al original frente a la copia. Y no le falta razón.

No obstante, no hay que descartar que desde los poderes reales se esté apoyando la apuesta centrada en Feijóo con Juanma Moreno, frente a Ayuso, incluso para llegar a acuerdos con el PSOE y favorecer la gobernabilidad del país, dado que las medidas que se vislumbran son de tal calibre que podría conllevar una andanada de protestas que no sería fácil de gestionar con un gobierno nominalmente de derechas. Y es que ya comienzan a sucederse las manifestaciones: el Metal en Cantabria, los agricultores, de la administración pública; y en ciernes, la de los transportistas. A ver quién y cómo gestiona todas esas reivindicaciones relacionadas con el deterioro brutal del poder adquisitivo y por la consolidación de los puestos de trabajo.

Otra cosa es la presión que haya dentro de los partidos por “coger cachos” de poder institucional cuanto antes, o para mantenerlos. Pero la apuesta de solapar por el centro al PSOE y al PP tiene su lógica. Pues, seguramente, si la cosa se pone caliente, mucha abstención electoral se animaría a salir a la calle a ejercer su derecho a… botar al gobierno del turno; máxime si este, además de rancio, lo muestra más a las claras. No solo es que, en una situación de toma de medidas impopulares, entraría en acción mucha gente que no vota. Es que incluso mucha gente que votó no se sentiría vinculada (o acomplejada) por la papeleta que depositó en la urna.

Desde hace tiempo venimos manteniendo que, a efectos de la lucha de clases y en lo que se refiere a la cuestión electoral, la clave está en el grado de vinculación o de compromiso que tenga el votante con su voto. En ese sentido, al votante le vincula poco a quién haya votado, si es que este adopta medidas extremas por las que no se votó. A modo de ejemplo, ¿va a parar la protesta de un transportista, que no da más de sí, la banderita que porte la mano de quien dirija el ministerio de turno? Hace tiempo que en este país la urna no le da a la “clase política” una legitimidad a prueba de fuegos para pedir sacrificios. Que le pregunten, si no, al flamante gobierno de Castilla-León (PP-Vox) cómo le ha tratado la calle, a raíz de los incendios en Zamora, cuando apenas lleva dos meses de coalición hispano española como la que más.   

No parece, en cualquier caso, que Sánchez vea en el horizonte inmediato una moción de censura que lo desbanque. No es descartable, como se ha apuntado, que hasta dentro del PP prefieran que sea el propio Sánchez el que lidie de momento con las presiones que llegan desde Bruselas y Fráncfort para tomar fuertes ajustes.

Sea como fuere, si a parte del activismo político-social se le ocurriese recordar que la culpa de los recortes habidos y por venir es en buena medida atribuible al rescate indecente (prácticamente a fondo perdido) del sistema bancario, no es de extrañar que el comediante sin par de la Moncloa culpara también a Putín (tan “amigo de oligarcas”, él) de que se le concediera el perdón “necesario”[4] a nuestra oligarquía bancaria y no solo bancaria. Un rescate a fondo perdido, el realizado principalmente en el ámbito financiero patrio, que equivale a muchas inversiones que no se han llevado a cabo en sanidad y en educación públicas, en viviendas sociales, en empleo de calidad, en servicios de emergencia para la comunidad, etc.  

Con todo, lo tienen mal nuestros gobernantes para hacernos creer que es Putin el culpable de que España vaya a entrar en una nueva y profunda recesión con una deuda oficial que antes del estallido financiero de 2007-2008 giraba en torno al 40% y ahora ronda el 120%, mientras el de los países centrales de la UE se mantiene en torno al 60-70% y, en lo que se refiere al déficit anual, nuestro país supera el 6%, prácticamente el doble de ese grupo de economías centrales.

Ante las advertencias de la UE sobre esos índices inasumibles para un país que no es Japón, y la certeza de que no habrá asistencia sino mano dura como la que se empleó en Grecia en su momento, no es de extrañar que las élites económicas hispánicas y sus gestores gubernamentales busquen en el terreno estrictamente económico alejar la condición oficial de tercer mundo “inmigrando” al tercer mundo de siempre al interior mismo de nuestro mercado a fin de atacar y rebajar aún más los salarios.

Así, si en economías como la de EEUU se entiende que la tasa de paro es demasiado baja para neutralizar la esperable “inflación salarial”, imaginémonos lo que será en países como el nuestro. Por tanto, si el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica cifras de paro muy elevadas, el gobierno nos hablará de la problemática de los puestos de trabajo vacantes. Una moda esta, la de quejarse de los puestos vacantes, que viene bien para desdramatizar el desempleo y culpar al desempleado. Y es una moda más mundial de lo que podríamos pensar: en EEUU, por ejemplo, se habla de hasta 11,5 millones de puestos sin cubrir. Al respecto, nos dirán que “no habrá otra” que ocupar todos esos puestos vacantes con mano de obra traída efectivamente del tercer mundo. Eso sí, jurando y perjurando que se hará cumpliendo todos los cánones de dignidad en lo que se refiere a las condiciones de trabajo. ¡Cómo podría ser de otra manera si está ahí para avalarlo una tal Yolanda Díaz!

El escenario que persigue la patronal para evitar la temida “inflación salarial” es el de que se impongan salarios reales bajos con la calculada tasa de paro necesaria para ello. Se utilizará la inflación para rebajar de facto todas las reivindicaciones sociolaborales; apoyándose para ello, como se acaba de señalar, en una sobreexplotación aún mayor de la mano de obra inmigrante. Ese es el programa de cualquier gobierno que aquí no pretenda superar su condición de consejo de administración de la patronal y de los grandes banqueros. Lo demás son brindis al sol y mareos de perdiz con maquillajes por acá y postureítos por allá. Unas concesiones de maquillaje que, por añadidura, quedarán diluidas e inutilizadas con la profundización de la recesión. Lo peor es que después servirán como argumento a aquellos que culpan del déficit a los “cheques-regalos” que hace el gobierno para satisfacer a la coalición que le sostiene, añadiendo seguidamente que la seriedad del momento obliga a meter el bisturí sin anestesia.  

Solo hay que ver cómo se está editorializando desde las “páginas salmón” que recogen el sentir de “capitanes de industria”, inversores, accionistas y demás ralea que presionan para liberalizar al máximo los salarios. Eso sí, al mismo tiempo, estos señores tan libre-mercaderes exigen que la denostada intervención pública se limite a asegurarles a ellos beneficios suculentos para proseguir con su patriótico y “sacrificado” liberalismo… antiestatal. Toda esta casta parásita se considera a sí mismo “demasiado grande para caer”[5] y el Estado ha de estar presto a intervenir para salvarlos, olvidando cínicamente aplicar la receta liberal a sus máximos defensores.  

Preocupación mayor, por tanto, es la que debe suscitarnos los ataques en toda regla que se van a desatar contra los salarios reales. Y particularmente ha de preocuparnos la utilización de la inmigración, no solo para rebajar las condiciones laborales y sociales, sino para crear divisiones y enfrentamientos en el seno del pueblo. Como ya se ha hecho mención en la parte I del Informe de Red Roja, la mayor utilidad que hoy tiene para el capital la entrada en la politiquería de la extrema derecha patria, y su eventual infiltración en los sectores desfavorecidos de nacionalidad española, es la de crear esa división y enfrentamiento en el campo popular. Ciertamente la extrema derecha fomenta entre los sectores desfavorecidos que se extiendan las quejas de que “este gobierno da de comer y casa gratis al moro, al africano o al latino mientras a mí me niega tal o cual ayuda”.

De ahí que desde hace ya mucho tiempo vengamos promoviendo llevar al centro de nuestra clase el asunto de la inmigración.[6] Esto nos obligará a realizar un esfuerzo añadido, paciente, continuado, oscuro las más de las veces, en los barrios y tajos, a fin de que, si llega ese nuevo ciclo de protestas y movilizaciones, se entre en él en las mejores condiciones de unidad y combatividad populares; lo que pasa por conseguir que dentro del campo popular no se yerre en la identificación del verdadero enemigo causante de su sufrimiento.  

Al tiempo, una especial atención tenemos que prestar a no caer en el “sectarismo ideológico” a la hora de caracterizar y situarse ante las primeras chispas que pudieran hacer saltar ese nuevo ciclo de movilizaciones. Bueno será recordar esto ante las protestas de los transportistas que otra vez se anuncian, y donde lo que nos debe importar más es el verdadero machaque que experimentan, más allá del color de la bandera que haya en la cabina o en la pulsera del conductor o incluso de si depositaron algún odioso voxto.

En el complejo proceso por mejorar la correlación de fuerzas a favor de la causa popular debemos partir de que se da una gran confusión política en muchos sectores; una confusión que, no en balde, ha sido promocionada (¡y cuánto!) por la misma izquierda oficial desde hace décadas. Así, en un primer momento no debe importarnos tanto el discurso que acompaña al sector que sale a la calle, sino cuál es la base real y material de su situación, y la fuerza con la que exige sus reivindicaciones.  

De todas maneras, si bien las condiciones de degradación social y laboral son objetivamente más favorables para que se den protestas y movilizaciones, estas dependen de otros factores y circunstancias para que tengan lugar y se instalen en el tiempo. No hay que quedarse esperando a que sobrevengan de la misma forma que en la década anterior. Probablemente los elementos para que un nuevo ciclo de movilización pudiera arrancar y consolidarse serán diferentes. En no poca medida, que se dé esa consolidación dependerá de la inteligencia y de la flexibilidad con la que el activismo político y social actúe y extraiga las lecciones del anterior ciclo de movilizaciones.

Hemos de tener muy en cuenta que aquí todos los actores en liza han acumulado experiencias, no del todo gratificantes cuando nos referimos a los sectores populares. El enemigo se ha armado legalmente para dificultar y aMordazar la protesta. Los propios medios de comunicación a su servicio han hecho, ellos también, varios másteres en cómo intoxicar y blanquear al verdadero enemigo de clase mientras nos fabrican otros que, en realidad, son nuestros aliados imprescindibles.

Sin duda, un factor de primer orden causante de la desmoralización entre mucha gente que intervino en los marcos de movilización de la década pasada ha sido la ilusión desmedida que depositaron en las “fuerzas del cambio” que canalizaron electoralmente la indignación. Una ilusión desbordante, aquella, que finalmente ha sido más que frustrada. Editorial tras editorial hemos venido advirtiendo al respecto, y siempre lo hemos hecho partiendo de que comprendíamos esa ilusión depositada por muchos en el cambio electoral. Hemos venido advirtiendo acerca de cómo esa ilusión estaba llamada a tornarse en frustración, desmoralización, resignación y pasividad, si en paralelo no se trabajaba una alternativa seria a la comedia electoralista.

Cuando nos referimos a que esa alternativa seria ha de superar al electoralismo, lo hacemos tomando el sentido estrictamente marxista del término “superar”, que va más allá de la simple crítica en negativo. Nuestra crítica no puede obviar, ni en el contenido ni en la forma, que al tiempo que se critica el ilusionismo electoralista en el podemismo y sus variantes, hemos de impedir al máximo que la desilusión de después se convierta en pasto fresco para derivas reaccionarias; o que estas derivas simplemente se aprovechen de la parálisis en la que cae mucha gente sana que ha visto frustrada su apuesta electoral en la nueva izquierda. Pues bien, digamos ya que esa mencionada responsabilidad por no haber forjado una alternativa que superase a la mera ilusión electoralista -y que la superase de forma decidida pero también de forma pedagógica- es, en no poca medida, achacable a quienes nos reclamamos del ámbito revolucionario.

El caso es que en las múltiples movilizaciones contra la crisis de la década pasada, al estar preñadas de excesiva ilusión electoral, la desmoralización estaba servida al ver cómo toda ese tinglado autodenominado de la fuerzas del cambio se quitaba la coleta “asalta cielos”. Y cómo rápidamente campaban en todo ese ámbito la consabida politiquería y la pelea de siempre por tal o cual puesto en la lista electoral, cuando no la pelea por vendernos que mi lista es más auténtica que la tuya. Una muestra más de ese patetismo ocupa-puestos-institucionales es el que hemos visto durante las recientes elecciones andaluzas.

Pero ahora que la iglesia unipodemita ha estallado en no se sabe cuántas capillas,  paradójicamente nos interesa poner el acento en lo que es denominador común a todas ellas. Efectivamente, las listas en que se dividió el unipodemismo tienen un denominador común más allá de que hoy a alguna le interese ir de más guay y radical. Ese denominador común es no plantear (tapar, mejor dicho) que la línea de demarcación que verdaderamente señala la cuestión del poder es la que separa, por un bando, a la oligarquía financiera y los grandes emporios empresariales y, por otro lado, a la inmensa mayoría de sectores populares afectados por unos recortes dictados a mansalva con tal de salvar a aquella casta parasitaria e inservible. Esa línea de demarcación es la que también hace incompatible la salud de la inmensa mayoría de nuestro pueblo con la dictadura de Bruselas-Berlín, como ya se vio con total nitidez en Grecia en 2015.

Todas las marquitas en que se han glosado las autodenominadas fuerzas del cambio compartían y comparten esa práctica de encubrir la línea de demarcación que enfrenta a una minoría parasitaria oligárquica con la inmensa mayoría de los sectores populares; un encubrimiento que ha resultado pernicioso para la superación de la crisis social y laboral en clave popular. Debido a esa labor de encubrimiento, podemos afirmar que todos los protagonistas de aquella infame reunión (digna de El Padrino) de banqueros con Zapatero de principios de 2009 estén hoy más asegurados de que la rabia popular no los señale como se merecen [7].

A lo sumo, los grupos en que se ha dividido el podemismo (o el unipodemismo, para incluir mejor a IU) solo se diferencian en cómo barajan las cartas del desviacionismo en función de su situación electoral y de su “ocupación” institucional. Unas desvían más por aquí, otras desvían más por allá, pero todos coinciden en desviarnos de la cuestión central mencionada.

No se trata de repetir todo lo que al respecto llevamos desde hace tiempo editorializando. Traigamos a colación en este momento que lo peor no es que una buena parte de esos desviacionismos se hayan basado en causas sin fundamento. Ni mucho menos. En la mayoría de los casos (salvo en el desviacionismo electoralista y otros por el estilo) se basan en reivindicaciones y asuntos de profunda legitimidad: los derechos de la mujer, la no discriminación por opción sexual, la cuestión ambiental, etc.). Causas estas por las que hay que luchar cada vez más y mejor, pero que van más allá de la coyuntura de urgencia en que nos encontramos por requerir de una labor larga y elevada de concienciación.  

Hay que ser claros. Ninguna de esas causas se constituye hoy en la cuestión principal para acumular el máximo de fuerzas en el seno del pueblo, y para hacerlo lo más rápidamente posible dada la urgencia con la que debemos actuar ante la barbarie social en desarrollo. Porque lo que urge es forjar lo más ampliamente posible esa unidad antioligárquica, incluso cuando sobre esas otras cuestiones referidas haya distintos grados de conciencia y de opinión en el seno del campo popular a aglutinar. 

Lo contraproducente, por tanto, no es evidentemente que se traigan a colación esos asuntos que ciertamente toda persona consciente ha de tener presente día a día allí donde hace trabajo militante práctico y de concienciación en el seno de nuestro pueblo. Lo grave, y hay que insistir en ello sin descanso, es que se utilicen esos asuntos de forma oportunista y calculada para sustituir la verdadera línea demarcación que hoy por hoy puede revolucionar la realidad en lo que se refiere el cuestionamiento del poder que nos atenaza en la barbarie socio-laboral en curso. Es patético, además, que en no pocos casos la utilización de esas cuestiones legítimas se realice banalizándolas hasta tal punto, que al final lo que se hace es sembrar mucha competencia en el postureo, posibilitando que hasta el enemigo principal a enfrentar hoy se pueda aBOTINar en la solapa el pin del momento, que ya el telediario del día se encargará de recordar como “es debido”.

Para colmo de los colmos, vemos cómo todo ese mundillo en que ha estallado el podemismo se pone a inventarse siglas imposibles de marketing del malo después de haber convertido el término cambio en un comodín que incluso los de Vox lo adosan en su cartelería asegurando que, ellos, el cambio (el verdadero, faltaría más) lo traerán “a la fuerza”. Pues bien, precisamente de esta utilización facciosa del cambio sacamos la conclusión de que es que del todo contraproducente que, en tiempos de grave crisis social, hablemos de fuerzas del cambio sin señalar claramente el programa antioligárquico en torno al cual hay que acumular el máximo de fuerzas populares. Hablar de “fuerzas del cambio” ocultando lo que hay que cambiar urgente y profundamente lleva, entre otras cosas, a que pase eso: que lleguen elementos ultras al servicio del capital que, aprovechándose del progrerío ambiente actual que todo lo desvía, nos prometan cambios (a peor, claro) jurando que lo harán… a la fuerza debida.  

Pero vayamos culminando poniendo la atención prioritaria en nuestra responsabilidad. Ante la gravedad de la situación y la falta de perspectivas de que se ponga en cuestión el poder real, toca que la línea revolucionaria se mire a sí mismo en lo que se refiere a qué tareas quedan pendientes del ciclo anterior. El grado con que se afronten esas tareas pendientes depende en gran medida de la propia visión que tengamos acerca de cómo se dan en la realidad las transformaciones históricas; y cómo aún más habrán de darse cuando se arrastra una crisis histórica del comunismo, sobre todo en su capacidad para influir en las masas.

La cosa se complica cuando se observa que hay demasiados grupos que se proclaman nominalmente revolucionarios en comparación con el grado de intervención real que ejercen o simplemente intentan ejercer. La responsabilidad de ese desfase no es achacable al reformismo y al electoralismo del unipodemismo o de lo que queda de él. Esa es responsabilidad exclusiva de quienes decimos que defendemos y practicamos una línea revolucionaria. Si hablamos de desviacionismos entre quienes vinieron a canalizar electoralmente la indignación, también habría que hablar de cómo dentro del ámbito múltiple de siglas revolucionarias se obvia la contradicción principal que hoy es capaz de revolucionar la realidad, y se sustituye todo de forma dogmática por nuestros presupuestos más elevados, pretendiendo que estos se abracen por las masas como paso previo a la conquista del poder.

Hay que entender muy bien la dialéctica chispa-tanque. Una cosa es que nos mantengamos en un plano militante, digamos superior (permítasenos expresarnos así), donde los principios son más importantes que el número, es decir, sin hacer del número la cuestión principal. Y otra cosa es que ese plano superior militante no esté al servicio, sobre todo en tiempos de grave crisis, de impulsar una estrategia que ponga en movimiento hacia el poder real a amplios sectores. No podemos dejar de traer de nuevo a colación que toda la militancia y el activismo, que se consideren del ámbito revolucionario, han de plantearse como tarea principal y más perentoria avanzar en que tome progresivamente carácter de masas la defensa de los puntos (o parecidos) que recogimos en su momento en el referente del Fresapo (Frente de Salvación Popular). Y donde lo que menos importa es el nombre que se le dé y ni siquiera si los puntos se plantean exactamente así. Dicha propuesta cierra el folleto En torno al Referente Político de Masas que publicamos en junio de 2020 [8].

Si bien recomendamos a todo el activismo político y social la lectura de dicho folleto para una mejor comprensión del sentido que damos a nuestra propuesta programática de coyuntura, exponemos los puntos que incluye:  

1. La expropiación de la banca privada, que parasita a través del crédito arbitrario al resto de la sociedad asfixiando a la propia economía real productiva. Un parasitismo que cada vez se da más en fuerte competencia internacional, con el rescate bancario como arma de lucha entre potencias extranjeras. Como contrapunto, creación de una sólida banca pública que relance la producción.

2. La negativa a pagar la llamada “deuda pública”, herramienta artificialmente creada por el capital financiero internacional y nacional para mantenernos sometidos indefinidamente a su chantaje. Solo el pago de los intereses de la Deuda ha supuesto ya 31.400 millones al año, 86 millones de euros al día. Recursos que podrían destinarse a rescatar al pueblo.

3. La ruptura con los dictados de la UE, cuyos gerifaltes han optado por el “sálvese quien pueda” (…) consagrándonos en nuestra condición de patio trasero de los poderes centrales de ese bloque imperialista.

4. Finalmente, se impone la intervención de las grandes empresas de producción y distribución, evitando así la fuga de capitales que (…) contribuye sobremanera a dejar a millones de trabajadores de forma crónica en el paro, e incluso literalmente desahuciados en la calle.

Solo así podremos hacer realidad lo más necesario:

5. Implementar la planificación racional y democrática de la economía en función de las necesidades reales de la población y no al servicio de la especulación y el beneficio de los oligarcas.

Impulsar esa propuesta de amplia unidad popular frente a la crisis social y laboral no debe confundirse con nuestro imprescindible trabajo militante para fomentar la unidad política contra el Régimen del 78, ni con la labor antiimperialista, y aún menos con el trabajo supremo que debemos hacer de concienciación y propaganda al servicio de la causa del socialismo. Ni que decir tiene que han de producirse pasarelas entre esas actividades militantes.

Pero, sobre todo, lo que la degradación social en curso nos exige es que seamos capaces de contribuir a que las masas más amplias cuestionen cuanto antes el poder al servicio de la parasitaria oligarquía financiera y de los grandes conglomerados empresariales. Cuanto más profunda sea la crisis material, menos exigentes hemos de ser en lo que se refiere a “exámenes ideológicos” previos. Será tras la toma del poder que luego podrá avanzarse en la más amplia y profunda revolucionarización de la conciencia más colectiva. No hay mucho más tiempo que perder. Y solo desde el activismo más elevado se podrá plantear e implementar esa estrategia a ras de pie.


[1] https://redroja.net/comunicados/informe-de-coyuntura-2022-primera-parte-analisis-internacional/

[2] Los países “frugales” son Países Bajos, Austria, Suecia, Dinamarca, a los que se ha unido últimamente Finlandia. Cumplidores con el Pacto de Estabilidad europeo, son los que normalmente en las cumbres de la Unión Europea se muestran más duros con los países del sur. Aunque oficialmente hacen de contrapeso del eje Berlín-París, en realidad, Alemania los utiliza para imponer su agenda imperial mientras se mantiene en un segundo plano en cuanto a exigencias de recortes. Distanciamiento diplomático del Tercer Reich obliga.

[3] Los ‘frugales’ exigen duras condiciones para que el BCE apoye a Italia y España – elEconomista.es.

[4] “El Banco de España cifra en 65.700 millones el dinero que no se va a recuperar (…)”, lo cual es “asumido por las autoridades (…)  y que el propio Luis de Guindos, vicepresidente del BCE y quien pidió el rescate, defiende que [si no se hubiese realizado]‘habría sido peor’” (https://www.eleconomista.es/banca-finanzas/noticias/11800576/06/22/Los-cuatro-deberes-pendientes-que-arrastra-la-banca-diez-anos-despues-del-rescate.html )

[5] A fin de hacernos tragar el rescate de la banca en quiebra por parte de los poderes públicos, se sacó la expresión  “Too big to fall”.

[6] https://redroja.net/articulos/la-inmigracion-al-centro-de-la-revolucion-o-no-sera/

[7] Nos referimos a la reunión de banqueros de 24 de enero de 2009. https://elpais.com/diario/2009/01/25/economia/1232838001_740215.html

[8] https://redroja.net/comunicados/folleto-recopilatorio-en-torno-al-referente-politico-de-masas/

Comparte en tus RRSS