INFORME DE COYUNTURA 2022: PRIMERA PARTE – ANÁLISIS INTERNACIONAL
«Desde el punto de vista bélico, el actual conflicto en Ucrania no solo hay que contextuarlo en la guerra iniciada en 2014, sino que en realidad se inserta en la larga cadena de conflictos y guerras azuzadas desde el Occidente imperialista desde los años 90 (Yugoslavia, Irak, Libia, Siria,…), con EEUU como principal promotor. Y que, como veníamos señalando desde hace tiempo, tenía en la mira a Rusia y China en la medida en que estas no se sometían precisamente al dictado hegemónico de EEUU.
Esta larga inestabilidad internacional -que ha terminado por estallarle en sus fronteras a la UE, haciendo crecer la percepción de que el planeta está más cerca de una guerra a gran escala- no se puede desligar de la situación económica mundial; y, más en concreto, de la crisis sistémica en que desde hace años se encuentran esas mismas potencias. Es la situación macroeconómica sin salida la que ha provocado la guerra y no al contrario tal y como pretenden vendernos desde los medios de comunicación.
Dentro de esa crisis del centro imperialista, efectivamente hay que situar como factor desestabilizador de primer orden a unos Estados Unidos que necesitan como nadie de la guerra en su intento por mantener un dominio mundial que ya no controlan como antes, al precio incluso de llevar la desestabilización y el descontrol al seno mismo de sus aliados europeos. Si bien es cierto que EEUU podría temer a una guerra generalizada por el tipo de armamento nuclear puesto en juego, más aún teme a una paz en la que su parasitismo económico y financiero ya no tuviera cabida.
Los pueblos del “occidente avanzado” –especialmente en países intermedios como el nuestro- van viendo cómo su nivel de vida desciende sin que haya vuelta atrás. No solo no ha habido recuperación real de la precariedad y la descomposición social que se instauraban tras la crisis financiera del 2008, sino que esos problemas amenazan con ir a más. De la misma manera, irán a más los mecanismos demagógicos para silenciar esa situación o negar las verdaderas causas y enfrentar a las víctimas entre sí. Los Estados aceleran su conversión en auténticos regímenes de contrarrevolución preventiva, donde las formas democráticas y liberales cada vez estorban más y necesitan deshacerse de ellas. Junto a la dictadura mediática que de facto han instaurado, se van armando de recursos legales y militares, sabiendo que se avecina una probable agudización de la lucha de clases.
No en vano, desde el marxismo sabemos que el capitalismo en crisis conduce a la guerra en el exterior pero también contra el “enemigo interior”. De la misma manera sabemos que las épocas de crisis, de guerra, por duras y complejas que resulten, son las que han abierto a lo largo de la historia las mayores posibilidades para los cambios revolucionarios (y esto lo saben también nuestros enemigos). Ahora bien, estos cambios solo se podrán producir si se desarrolla un ámbito revolucionario organizado que comprenda los fenómenos en juego y los cambios de escenario que están ocurriendo y están por venir. Ese ámbito revolucionario organizado ha de echar ineludiblemente raíces entre los diferentes sectores del pueblo, por lo que tiene que comenzar por comprender esa diversidad sectorial en la convicción de que es el pueblo en movimiento y en su misma diversidad el que podrá poner en cuestión al propio poder a fin de salvarse de la barbarie social y bélica que le amenaza…»