LA DESESTABILIZACIÓN COMO RESPALDO “ORO”

Seguro que todos habremos escuchado este año más que nunca estas palabras: inflación, inflación mensual, interanual, subyacente, IPC… Son términos que se han puesto de moda y no es para menos; el último mes de septiembre el Índice de Precios de Consumo en España ha alcanzado el 8,9%, y en Europa un 9,9%, siendo este último el registro más alto que se ha observado hasta la fecha.

Estos datos desastrosos para la economía siguen dejando de relieve la profunda crisis en la que estamos inmersos. Y, desde luego, todo lo que tiene que ver con la inflación y sus consecuencias macroeconómicas, así como sus raíces y perspectivas, merecen un estudio detallado tanto a nivel estatal como internacional. No es nuestra pretensión, ni mucho menos, decir la última palabra al respecto.  Al contrario, en nuestro marco organizativo estamos animando a llevar a cabo estudios rigurosos acerca de este fenómeno, incluso en sus aspectos más técnicos, por ejemplo, en su relación con la moneda, etc.  Pero en línea con lo que venimos exponiendo desde hace tiempo –antes de que fuera un lugar común hablar de la inflación-, sí que creemos conveniente insistir en salir al paso ante una serie de ideas de partida que desde las esferas dirigentes se dictan como incuestionables, y que principalmente persiguen desviar la diana a la que tendrían que apuntar las protestas y movilizaciones populares contra el agravamiento de las condiciones de vida en curso.

Así, como ya habréis podido notar, las noticias que relatan los nefastos datos de la desorbitada subida de precios suelen señalar ante todo a una causante o culpable de los mismos: la guerra entre Ucrania y Rusia o más bien únicamente a Rusia. Sin duda que todo lo que está aconteciendo allí, incluido las medidas contra Rusia, agravan los síntomas de la enfermedad económico social que se está desarrollado, pero estamos convencidos de que el virus estaba sembrado o inoculado de antemano. Si habéis ido leyendo nuestras últimas publicaciones, veríais que ya veníamos advirtiendo -incluso antes de la pandemia- de que tarde o temprano íbamos a caer en unasegunda réplica de lo ya vivido en la crisis del 2008, de la cual nunca nos hemos terminado de recuperar, y que, eventos como la aparición del Covid o la guerra entre Rusia y Ucrania no han hecho sino acelerar y hacer más profunda dicha réplica.

Es en este contexto que es preciso recordar que la principal causa de la inflación que estamos experimentando en todo el mundo proviene de una emisión desmedida de dinero que se ha venido produciendo estos últimos años, principalmente de la mano de la primera potencia mundial, y sin respaldo real alguno en el plano estrictamente económico. Esa “fotocopización” descontrolada de dinero, especialmente estadounidense, no solo ha ido in crescendo en los últimos años, sino que a ella se sumaron a lo grande en 2020, con la crisis sanitaria, los Fondos Europeos, lanzando 750.000 millones de euros que no, obstante, quedaban a la zaga del productor de deuda por antonomasia, los Estados Unidos, que sacaban de las fotocopiadoras de sus instituciones de reserva federales 2,3 billones de dólares.

Por aquel entonces, bien antes de la guerra en Ucrania, nos sumábamos a las voces que advertían que un aumento forzado de la demanda, vía el aumento artificial de la cantidad de dinero en circulación, no podía dejar de presionar hacia una subida generalizada de precios. Y que, si esto no se daba en los países centrales del sistema, en su proporción estrictamente económica, era en parte por la exportación de la deuda a la periferia del mismo, tal como se ha venido haciendo desde hace décadas. Pero es precisamente un estrechamiento del margen de exportación de sus deudas de los países centrales, con EEUU a la cabeza, lo que hace que las consecuencias de esa “graciosa” creación de dinero sin apenas respaldo se sufran cada vez más en dichos países.

Justamente esa falta de respaldo en la emisión de moneda es lo que inaugura Estados Unidos cuando rompe en los 70 los Acuerdos de Bretton Woods desligando al dólar del patrón oro que hasta entonces lo avalaba. Actualmente la deuda pública de la primera potencia mundial supera el 130% de su PIB anual, ahondando en su carácter parasitario en la arena económica y comercial internacional.  Ante esto, surge la pregunta de adónde busca el respaldo el dólar para continuar favoreciéndose de su condición de reserva mundial.

La respuesta nos parece clara: Estados Unidos ha buscado en la desestabilización mundial el respaldo que en su día jugaba el oro. Allí donde no puede exportar su deuda –vía la deuda inducida con empréstitos de las principales instituciones financieras mundiales, con el FMI a la cabeza- provoca la desestabilización mediante la guerra (Irak, Libia, Irán, etc.) perjudicando si es preciso a sus propios aliados. Y en esa línea de actuación, ha sido el principal provocador del conflicto en Ucrania, y, de momento, no le interesa un pacto entre Ucrania y Rusia. Primero, porque ante la retahíla de sanciones hacia esta última (que ha afectado gravísimamente al bloque de la Unión Europea , Estados Unidos se presenta como la única alternativa estable en la que el resto del mundo puede confiar comerciando en dólares. Y segundo, porque precisamente es Rusia junto con China quienes se presentan como su amenaza directa, los cuales ya están empezando a comerciar más con sus respectivas monedas y desprendiéndose de los dólares de sus reservas estatales, al tiempo que son potencias militares en nada comparable con la serie de países que han sido destrozados y que, no por azar, pertenecieron en gran parte a la esfera de influencia de la Unión Soviética.

Actualmente, las consecuencias de querer mantener las sanciones contra Rusia las está sufriendo su “aliado” europeo. Ciertamente, el gas y petróleo que exporta Rusia tiene múltiples efectos en los niveles de precios, tanto directos como indirectos. Conviene recordar que el Índice de Precios de Consumo toma los precios de lo que sería una cesta básica para una familia -en sectores como por ejemplo la alimentación, vivienda, transporte o la hostelería-, por lo que el aumento del gas y el petróleo incidiría de forma directa en el coste de la vivienda y el transporte, pero también de forma indirecta en mayor o menor medida al resto, puesto que el aumento del coste del transporte y de la electricidad acabaría afectando al precio total del producto básico que se vende en los supermercados.

Pero donde más hay que poner el foco es sin duda en la inflación subyacente, más ligada a la economía real doméstica, y que se diferencia de la general en dejar al margen de esta “cesta” determinados bienes como los alimentos no elaborados y la energía, los cuales son los componentes más volátiles ya que dependen más de la situación internacional o de perturbaciones externas. Este pasado mes de septiembre se situó en un 6,2% en España, lo cual es especialmente grave debido a que, si la inflación general estuvo en un 8,9%, eso significa que la mayor parte de la inflación que tenemos no depende de la situación internacional y será precisamente la que más se va a prolongar.

Consecuentemente, la desigualdad no para de avanzar. Mientras los salarios y las condiciones laborales van a peor, los precios de absolutamente todo no paran de aumentar. Poder mantener una casa -ni que digamos comprar una para las nuevas generaciones- se ha convertido en un reto por la electricidad y el gas, además de que con el mismo dinero se compra cada vez menos en un supermercado y llenar el depósito del coche se ha convertido en un lujo. Así pues, estas son solo unas de las amenazas que afronta una familia de clase trabajadora, a la vez que se le avecinan unos recortes impuestos desde la Unión Europea como contrapartida de unos “Fondos Next Generation” que no va a tocar.

En cualquier caso, Europa no tiene ni va a tener la capacidad de imposición imperial que ha tenido históricamente los EEUU para que le salga igual de gratis la emisión de moneda y de endeudarse aún más. Bien al contrario, se encuentra por segunda vez en pocos años en medio de una crisis financiera de grandes dimensiones. El más que probable final de esta “solución” pasa por una hiperinflación, es decir, un círculo vicioso en el que se trata de financiar la deuda y el déficit público mediante la creación de más dinero y que concluye, precisamente, en más inflación. Normal que, aunque sepan cómo se las ha venido trayendo el amigo americano, y antes de verse las caras con este, la Comisión Europea siga compitiendo con los Biden y Cia en la utilización de Putin como comodín ante cualquier mal para así expiar sus propios pecados. Otra cosa es que el “comodín” se instale en una estrategia de guerra de desgaste y ya no resulte tan cómodo utilizarlo como espantapájaros. Pero eso es entrar ya en un terreno estrictamente geoestratégico y militar donde la evolución de las contradicciones seguramente no ha dicho todavía su última palabra… ni entre amigos occidentales.

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