[EXPERIENCIAS DE LUCHA] Nuestros barrios: hartos de sistema, ansiosos de cambio.

La lucha que hemos desarrollado en el marco de la Plataforma Interdistritos Barrios Hartos en Sevilla ha supuesto un revulsivo y, en cierta medida, puede considerarse una punta de lanza de las luchas venideras en esta nueva arremetida de la crisis.

El contexto sevillano no ha sido desde luego casual. Hay que recordar que siete de los quince barrios más pobres de España se encuentran en la capital andaluza (Tres Barrios-Amate, Polígono Sur, Torreblanca, Cerro del Águila, Villegas, Su Eminencia y Polígono San Pablo). El paro juvenil y la amenaza de la droga se ciernen sobre estas barridas. Sin embargo, por si todo esto fuera poco, el Ayuntamiento ha cerrado, desde 2011, siete de las doce escuelas taller y talleres de empleo que había en funcionamiento.

En el Casco Norte de la ciudad, por su parte, se ha producido un éxodo obligado de los vecinos: los intereses mercantiles provocan incrementos del precio de la vivienda, así como el cierre de los pequeños comercios en favor de las franquicias y las grandes superficies. Todo este panorama ha demostrado a amplias capas de la población que el poder político gobierna para las empresas, los ricos y los turistas, sembrando la semilla objetiva de esa lucha que, desde la izquierda transformadora, nos correspondería, si no comenzar, sí al menos orientar una vez en marcha.

En septiembre de 2018, en Pino Montano, surgieron manifestaciones vecinales espontáneas, y en su seno estalló una lucha de líneas. Los sectores reaccionarios intentaron que toda la movilización se centrara en la cuestión de la seguridad, a consecuencia de las incidencias y robos que se producían en la zona. Sin embargo, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía acogió una reunión en la que unas cincuenta personas acordaron convocar otra manifestación, el 28 de octubre, en la que la seguridad fuera un asunto más, pero no el único. Así, poco a poco, fue cristalizando Barrios Hartos.

En este tiempo, no todo ha sido idílico ni un camino de rosas. A menudo, se han confundido planos y se ha pretendido “visibilizar” de manera cortoplacista a determinadas siglas, que pugnaban por convertir Barrios Hartos en “su” frente de masas. Pero ha sido mucho lo que se ha aportado en positivo. Por ejemplo, se han apoyado las luchas obreras de la ciudad (como Alestis o Aernnova, por ejemplo). Y, sobre todo, se ha conservado la agrupación a la espera de la llegada de las condiciones propicias.

Esto sucedió a inicios del pasado verano. En medio de la brutal crisis social que aún solo comienza, de esa suicida euro-batalla geopolítica en la que el pueblo solo puede perder, de una inflación galopante, se produjeron los cortes de luz. Se dejó a oscuras durante noches enteras las calles de miles de vecinos. En la calurosa noche sevillana, los congeladores se derretían y los vecinos de los barrios más humildes perdían sus alimentos.

Comenzaron así concentraciones semi-espontáneas, en las que Barrios Hartos capitaneó a numerosos vecinos sin experiencia previa de lucha. Es verdad que hubo que poner cordura cuando sectores despistados del activismo pretendían, por ejemplo, que las concentraciones fueran literalmente a diario. Pero, pese a los obstáculos, todo salió bien. Se produjeron numerosas movilizaciones a lo largo del verano y, finalmente, se dio el paso a la ocupación, junto a los vecinos, de diversos centros cívicos, en los cuales los activistas dormían y organizaban calendarios, actividades o comidas. Estas experiencias crearon cohesión de grupo y, en definitiva, conciencia de clase.

Los medios de comunicación ya no pudieron silenciar más los hechos y acabó apareciendo en ellos esta ejemplar lucha. Entonces, Endesa intentó apagar el fuego anunciando la instalación de algunos transformadores para, según ellos, evitar los apagones. Fue un éxito de la lucha que los oligarcas eléctricos intentaran frenarla con pírricas concesiones: el movimiento popular les había obligado a escenificar semejante numerito. Pero, por suerte, ya era tarde…

En las movilizaciones se escuchaba hablar no solo de los cortes de luz, sino también de los precios abusivos de la electricidad. Nadie se tragaba ya la excusa de “los cultivadores de marihuana” y todos sabían que la inmensa mayoría de los enganches de electricidad se deben a que la gente no puede pagar las abusivas tarifas del oligopolio energético, que es el verdadero culpable del caos generado. Fue un auténtico proceso de toma de conciencia a través de la lucha colectiva. Los vecinos ya no escuchaban estos cantos de sirena para distraerlos, por lo que decidieron seguir adelante con sus movilizaciones. Cada vez se escuchaba más, entre esas gentes sencillas que asistían a las movilizaciones, una palabra clave que desde el gobierno (e incluso desde su “ala morada”) se ha decretado como misteriosamente desaparecida del diccionario: NACIONALIZACIÓN.

En septiembre, Barrios Hartos exigió al gobierno central que interviniera en el conflicto nacionalizando Endesa y anunció una concentración ante la sede de la compañía en Sevilla. En dicha movilización fue detenido el portavoz de Barrios Hartos, Juan García, simplemente por intentar que los manifestantes ocuparan íntegramente los carriles de la carretera que habían sido notificados a Subdelegación. La represión enseñaba sus fauces y le advertía al movimiento que no debía ir demasiado lejos.

Hoy día, Barrios Hartos se ha hecho un nombre y continuará desarrollando sus movilizaciones. En medio de este panorama, de una izquierda institucional desligada de la dura realidad y, de hecho, centrada en el ecologismo más desviacionista y en ese oportunismo disfrazado de feminista (o de queer), Barrios Hartos ha sido literalmente vanguardia. Pero su valor va más allá de lo que significa esta agrupación en sí misma. Porque Barrios Hartos ha demostrado dos cosas en las que venimos insistiendo desde hace mucho.

La primera es que la gente llana, independientemente de lo que haya votado, puede movilizarse rápidamente si conectamos con sus necesidades y preocupaciones reales: en el presente contexto, la inflación, la carestía de la vida, el precio de la luz o los cortes de luz en los casos más extremos. Y la segunda es que, como dijo Mao, una chispa puede incendiar una pradera. O, dicho de otro modo, que pocos activistas pueden movilizar a las más amplias capas de la población si saben trabajar correctamente en su seno, ligándose a sus anhelos y sin perderse en el laberinto del “ideologicismo».

No cabe duda de que será necesario aprehender estas dos lecciones que dio Barrios Hartos durante el último verano para aprobar el examen que quedó pendiente en cualquier próximo ciclo de movilizaciones. Y es que su abono será necesario para que germine el referente político de masas que necesitamos.

HARTOS DE SISTEMA… ANSIOSOS DE CAMBIO

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