Pírrico Milei: bajar la inflación haciendo subir el hambre
Parece ser que, en mayo de 2024, la inflación argentina ha subido “solo” un 4,2%, bastante menos que en meses anteriores. Automáticamente, todo el liberalismo mundial se ha lanzado a celebrar el innegable logro del maravilloso presiente Milei. Eso sí, se les olvidó recordar que con el corralito también bajó la inflación: la gente no tenía ya dinero para comprar nada, con lo que la caída de la demanda hacía bajar los precios. ¿Qué tiene eso de exitoso? ¿Y desde cuándo el objetivo no es que la población viva mejor, sino mejorar abstractas estadísticas que no significan nada?
Hoy en día el hambre campea por ese mismo país que con Juan Domingo Perón y en otros periodos fuera considerada “el granero del mundo”. 25 millones de personas son pobres y 10 millones no llegan a cubrir sus necesidades más elementales. Para colmo, los medios afines al oficialismo argentino le recomiendan a la población privarse de bienes y servicios básicos, dejando de consumir café, chocolate o agua embotellada, entre otros productos. Cuanto menos consuman los esclavos, mejor. Mientras tanto, el presidente y la primera dama recorren los centros imperiales en lujosos aviones, polemizando con cualquier gobierno latinoamericano de izquierdas e incluso con liberales progres como Sánchez. ¿Austeridad para quién?
Al final, lo que tantos youtubers o tiktokeros ultraliberales presentaban como “supernovedoso” ha resultado ser, en realidad, la misma política impuesta a las colonias del Sur desde el siglo XVIII en adelante: ajuste, pero solo para los trabajadores y sectores populares (nunca para los capitalistas, que siguen incrementando su obsceno tren de vida). Así, tras la Semana Santa, Milei dejó en la calle a 15.000 trabajadores estatales y 4.000 un mes más tarde, prometiendo el despido de otros 50.000 empleados con contratos precarios. Ayer mismo se anunciaron 2.000 despidos más. Cualquiera que le lleve la contraria es retratado como “representante del Maligno en la Tierra”, de forma surrealista y delirante. Al que protesta en la calle, lo muelen a palos… y en youtube lo llaman “libertad”.
Recientemente, Milei ha logrado la aprobación (reducida) en el Senado de la Ley “Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”. El problema, si leemos la ley, es que ahora la “libertad” es bajarles los impuestos a las grandes fortunas e incrementárselos a los trabajadores (“paquete fiscal”). O dejar de financiar a la universidad pública. Además, otro de los artículos de la Ley de Bases ataca directamente la estabilidad de los trabajadores funcionarios del Estado. Por si fuera poco, se propone la “reforma de una normativa laboral anticuada”, para precarizar más aún la mano de obra y reducir la indemnización por despido (“modernización laboral”), extendiendo además el supuesto periodo de prueba y legalizando la creación empresarial de falsos autónomos (“emprendimiento productivo”). Entre otras muchas cosas.
Por tanto, la supuesta “rebeldía” de la moda “libertaria” y sus carismáticos “influencers” se transmuta en los hechos en una sumisa genuflexión ante los señoritos y los pijos de las familias más acomodadas (que allí llaman “garcas”). Lo mismo sucede a nivel internacional: Milei deviene un simple lacayo al servicio de los EE UU, el cual tiene como prioridad absoluta interrumpir el proceso de integración regional latinoamericano. Así, al dictado de Washington, este nuevo rey Hechizado hace lo posible por torpedear el Mercosur, por discutir con Lula da Silva, por romper con los BRICS, por apoyar el genocido perpretado por Israel, por ofrecerle apoyo militar a Zelensky y por subordinarse a la OTAN. ¿Dónde está entonces la “rebeldía”? ¿En decir la palabra “carajo” entre reverencia y reverencia?
Ante la Ley de Bases, el FMI se muestra satisfecho y ha desembolsado un paquete millonario de ayuda. Los llamados “mercados” (la oligarquía financiera y los fondos buitres, en realidad) han reaccionado favorablemente, con mejoras en los indicadores bursátiles y cambiarios. Por otro lado, Milei se ha bajado los pantalones negociando (cosa que prometió no hacer) con los comunistas chinos para desbloquear el swap.
A pesar de estos respiros momentáneos, la vida cotidiana del pueblo argentino se ha convertido en una pesadilla, tras seis meses de Milei. La drástica caída del consumo, derivada de la caída de los ingresos populares (por la bajada de los salarios, las jubilaciones y los planes sociales) no suena desde luego a éxito capitalista. Por mucho que haga bajar la inflación. De hecho, es más que previsible una recesión, tras el incremento del paro, los cierres de empresas y los problemas en las cadenas de pagos.
Ante ello, el peronismo oficial muestra una actitud todavía contemplativa, pareciendo pensar más en las elecciones de 2027 que en resistir a esta ofensiva de la clase dominante de su país. Argentina no necesita a otro Alberto Fernández que se coloque hipócritamente el pin de Perón pero luego se muestre complaciente con el FMI y sus ajustes. Argentina necesita vincularse a esa Latinoamérica que resiste e iniciar un proyecto que -asumámoslo ya- no será avalado por “los mercados”, los cuales llamarán a desestabilizaciones políticas y económicas, como han hecho siempre bloqueando a Cuba, Venezuela y otros países. Es ingenuo que los ratones busquen ser aceptables para el gato.
El gobierno de Milei debe caer ahora. Pero, incluso si no vemos cumplirse este urgente anhelo popular hasta las siguientes elecciones, el trabajo para conseguirlo empieza desde ya. Y empieza en las calles y los centros de trabajo. Nos guste o no, la izquierda ya no podrá ganar más por un “menosmalismo” agotado tras la nefasta gestión de Fernández. Ahora más que nunca hace falta proyecto y hace falta repetir el “exprópiese”, que antes de ser de Chávez lo fue -recordémoslo- de Perón. Además, la próxima candidatura, si no quiere ser derrotada por la desazón y la “antipolítica”, no podrá surgir de los despachos. Muy al contrario, tendrá que gestarse en la lucha y la resistencia popular, con los piqueteros, con los “barrios de pie” y con los sectores honrados de la CGT. En resistir y en movilizarse, el pueblo argentino ha sido, es y será referente. Ahora le toca serlo también en reconstruirse para que algunas derrotas anticipen victorias.
M. Caracol