La encrucijada de Colombia

Reposteamos este artículo perteneciente a la última edición de la Revista Internacionalista CUBA+ en la que se analizan los orígenes de la actual movilización que sostiene el pueblo colombiano contra la oligarquía y el imperialismo desde el pasado mes de mayo, y que se está saldando con desapariciones y asesinatos sumarios por parte de los grupos paramilitares y la policía.  

Antecedentes:

De acuerdo a los espeluznantes datos ofrecidos por el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, con sus centenares de miles de asesinatos y desaparecidos y los más de 6 millones de desplazados, en los últimos 70 años, convierten a Colombia en el país más violento e inestable del planeta. Muchos indican que el inicio de la extrema violencia gubernamental que se ejerce en Colombia actualmente se inicia cuando, en 1948, se produce el magnicidio contra el liberal Jorge Eliecer Gaitán. Lo cierto es que, a partir de ese momento se originan una serie de prácticas ilícitas que facilitan el bandidaje, las violaciones permanentes a los Derechos Humanos, el enriquecimiento ilegal y el terrorismo como medio de represión gubernamental. Es importante significar que, durante todo este periodo, los gobiernos colombianos han sido de derechas derivando a extrema. Grandes empresarios, en connivencia con la clase política, crean las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que son grupos organizados de paramilitares, autorizados a utilizar armas para poder “defenderse”. Estos grupos coaccionan y emplean el terror contra la población en favor de los intereses empresariales o políticos. También controlan los distintos carteles de drogas. Hay que hacer notar que Colombia es el principal productor de cocaína del mundo y que Estados Unidos el mayor consumidor de ella.

De facto, el expresidente Álvaro Uribe, siendo gobernador de Antioquia, impulsó las cooperativas de seguridad privada para la vigilancia agraria (CONVIVIR), de las que surgieron “Las Águilas Negras”, uno de los grupos paramilitares más despiadados de Colombia. Nadie duda de que, Uribe, ha desempañado un importante y crucial papel en el fortalecimiento de toda esta perversa trama. No en vano, sobre él pesan innumerables demandas y denuncias, existiendo aún varios casos abiertos sobre sobornos, manipulación de testigos y crímenes de lesa humanidad, entre otros. Pero Uribe ha movido ficha para que el gobierno de Duque legitime con decretos el nombramiento de jueces y fiscales para obviar las múltiples imputaciones sobre el expresidente. Uno de los abogados más activos en estas demandas, Javier Ordóñez, Según el Centro de Memoria Histórica, se estima que existen más de 200 grupos paramilitares, también llamados “Escuadrones de la Muerte”. Todo este consentido latrocinio ha motivado que, según el índice Gini, Colombia sea el país más desigual de Latinoamérica, donde la pobreza y el desempleo son alarmantes y que la gestión de la Pandemia se convierta también en una de las más desastrosas del continente americano. Y que se naturalicen los “falsos positivos”, los desaparecidos, las fosas comunes, los crematorios, el narcotráfico, la corrupción y los asesinatos selectivos. De hecho, desde la firma de los, incumplidos por el gobierno, Acuerdos de Paz, hace casi 4 años, han asesinado a más de 1200 líderes, sociales, indígenas, sindicales, afrodescendientes, excombatientes de las FARC, y defensores de los Derechos Humanos. Los gobiernos colombianos, con esta depravada forma de mantenerse en el poder, han sentado las bases para la implantación del execrable narco-paramilitar Estado del Terror. Un diabólico sistema que atenta contra la paz, la democracia y la justicia mundial.

Actualidad

El pueblo colombiano, cansado de tanta ignominia, se levanta el 28 de abril, no solo en contra de la tercera Reforma Tributaria -a la que, una vez más y sin tocar a los enriquecidos, tenía que hacer frente un pueblo empobrecido, harto de ver como el gobierno despilfarra elevados presupuestos para sufragar los desorbitados sueldos de la nómina política, atender el clientelismo instalado para mantenerse en el poder o derivado a la escandalosa corrupción-, sino, además, contra el hecho de embargarse con el FMI para endeudar a Colombia, hasta tres generaciones, en la adquisición desmesurada de amplio material bélico a costa de continuar reduciendo las inversiones sociales en salud, educación, alimentación, empleo, vivienda o reconducir la nefasta política agraria existente. O sea, imponer la economía devastadora de la deuda externa y la inflación galopante por aquellos que privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos. No se puede llamar política económica a aquello que no es sino un Tratado de Guerra escrito con la sangre de los oprimidos.

El pasado 28 de abril, masiva y pacíficamente y en justa y lícita lucha, el pueblo inunda todas las ciudades de Colombia. La Reforma Tributaria queda relegada a un segundo plano cuando observan que, el presidente Duque, una vez más, intenta frenar las protestas con el habitual engaño. Ahora se trata de discutir HACIA DÓNDE VA EL PAÍS. No se trata de llamar a la calma y aquí no ha pasado nada para que todo continúe como antes. Significaría una traición contra todos aquellos centenares de miles de personas que entregaron su vida por una Colombia en paz, igualdad y libertad para que sus compatriotas, hijos y nietos pudieran disfrutar de un bienestar al que tienen derecho. Ahora se trata de que se produzca un Cambio real y necesario. Es entonces cuando el gobierno colombiano, con Uribe en la sombra, descubre su verdadero rostro y ponen en marcha las maldades que acostumbran confabular en las tramoyas del poder colombiano. Infiltran paramilitares y policías en las manifestaciones, que son los que producen los actos vandálicos, como se ha podido comprobar en los múltiples videos que han circulado por las redes, e inmediatamente los medios hegemónicos de aquí, allá y acullá, reproducen miméticamente. “La policía tiene derecho a defenderse”, tal como diría también Biden con Israel. Unos medios que callan los múltiples asesinatos que cometen los gobiernos colombianos contra el pueblo colombiano, desde hace varias décadas y ocultan el terror, el paramilitarismo, el narcotráfico y las actitudes dictatoriales de esos gobiernos. Lo cual, los convierte también en culpables de toda esta degradación humana que se está padeciendo en Colombia. A partir de ese momento están “justificados” los asesinatos, las masacres, los desaparecidos, los abusos sexuales por parte de la policía, los apresamientos discriminados en las propias viviendas, también la utilización de sofisticado armamento de guerra, como el lanzador de proyectiles múltiples y lanza llamas contra la población civil. Y comienzan a montar “falsos positivos” contra la “violenta población civil” y hasta con el grotesco caso de Jesús Santrich, guerrillero disidente de las FARC, que lo asesinan paramilitares en Colombia, lo trasladan a la frontera venezolana, le sacan unas fotografías y ya está servido el titular: “Maduro es el responsable de todos estos inclementes disturbios”.

Hasta el 19 de mayo, según las organizaciones Instituto de Desarrollo para la Paz y Temblores, desde el 28 de abril se habían producido 51 asesinatos víctimas de la alta violencia de la policía y 359 desaparecidos, según la organización Unidad de Búsqueda, aunque la organización de Derechos Humanos anunciaba la desaparición de 471 personas el 7 de mayo. Algunas de estas personas desaparecidas ya comienzan a aparecer muertos. Los heridos se cuentan por miles y las personas que han perdido un ojo rebasan la treintena. El desafío de remar contra la corriente del “pensamiento único” -que, a golpe de balas, represión y empobrecimiento, quiere implantar este capitalismo salvaje, apoyado también por el “monocultivo de las mentes” que intentan imponer desde sus altavoces mediáticos- necesita de una resistencia cultural y generar nuevos paradigmas de construcción social, política, sindical, económica y de espiritualidad humana para enfrentar las desigualdades sociales, el hambre, la pobreza, las discriminaciones raciales y de género, reivindicar los derechos de la mujer, los pueblos originarios y el medio ambiente. Y la democracia real, como vía para la paz y felicidad mundial. No se puede dejar solo al pueblo colombiano en esta vital encrucijada, como tampoco al Palestino, Saharaui, Venezolano, Chileno, Haitiano, Hondureño o Cubano… que están luchando en primera línea contra la misma figura opresora.

Pedro Castilla Madriñán

Comité de Solidaridad Oscar Romero de Cádiz

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