Ayer, hoy y siempre: la legitimidad, sí, de la calle

En estos días de investidura sanchista, tertulianos supuestamente progresistas se dedican a poner en entredicho la legitimidad de la calle. Su frivolidad presenta la realidad como un espacio neutral y vacío en el que se vota (aunque los partidos nunca proclamen abiertamente los recortes que luego vayan a realizar) y, después, uno ya solo puede callarse. 

Intentan ocultar todo el proceso real de la producción de opinión, obviando que la oligarquía posee todos los medios de comunicación (y, por cierto, bloquea económicamente y amenaza militarmente cualquier alternativa) y que, así, convence al pueblo para que su voto conforme parlamentos serviles. Más tarde, nos dicen que esos parlamentos expresan la voluntad inequívoca del pueblo. Y, finalmente, como colofón, convierten cualquier planteamiento que vaya más allá en poco menos que “totalitario”. 

El totalitarismo… ese mantra que se inventó Hannah Arendt para forzar burdamente un factor común entre el comunismo y el fascismo. Aquella sí que fue, por cierto, una (auto)amnistía injusta: la del occidente liberal saqueador y colonialista. Pero ¿existe algo más totalitario que el poder de las finanzas, el cual, aunque nadie lo haya votado, chantajea y depone gobiernos a golpe de “calificación” y “prima de riesgo”?

El caso es que, para estos tertulianos, en estos días sucede lo mismo: el problema para ellos no es que los planteamientos políticos de ciertas movilizaciones sean fascistas. Es que “quieren forzar las cosas desde la calle”. El problema no es que las banderas sean fascistas. Es que son “preconstitucionales”. Y así todo.

Intentan despolitizar el problema y, por desgracia, una parte de la izquierda compra este enfoque. Con un cortoplacismo pueril que nos deja (aún más) desarmados. Pues bien, ¿qué pasará cuando la (antiguamente llamada) Troika y la Comisión Europea le ordenen al parlamento, con su mayoría aplastante de PSOE y PP (que la misma… política es), recortar drásticamente nuestro sector público para ajustarnos al objetivo de déficit y pagar la deuda externa? ¿Será también ilegítima la calle entonces?

La calle son también, y más que nadie, las miles de personas que durante años de “gobierno progresista” han protestado contra la inflación, contra el deterioro de las pensiones y contra los desahucios; por la sanidad, por una educación pública de calidad o por el trabajo garantizado. Movilizaciones, por cierto, mucho más grandes y que sacaron a muchos más miles de personas a la calle, aunque el foco mediático se concentre solo en cuatro fachas con cascos de los Tercios de Flandes gritando majaderías en Ferraz.

Basta de desenfoques: claro que la calle otorga legitimidad, y claro que hay que disputársela a estos energúmenos. Tras el suicidio que fue regalarle la exclusiva de la legitimidad a un parlamentarismo maniatado por el poder económico, ¿no sería un segundo y definitivo suicidio regalarle la calle al enemigo?

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