Una batalla politiquera (ajena) de la que extraer lecciones y advertencias (propias)

Los hechos acaecidos en torno a la investidura de Pedro Sánchez motivaron en ámbitos militantes cercanos una reflexión muy especial acerca de la necesidad de que desde una línea que se pretende revolucionaria se extraigan lecciones y advertencias de cara a un futuro que no tiene por qué alargarse en demasía.

Antes del análisis de coyuntura más amplio que se nos impone, no vendría mal entonces dedicarle una atención especial a lo protagonizado durante días por los fachas/ultras/fascistas, y hasta rezadores del rosario, en la calle Ferraz de Madrid. Una atención especial, porque hemos de admitir que desde prácticamente todo el activismo más avanzado se ha considerado aquello como algo ajeno, al ser una cara ajena (la de Sánchez) la que aparecía en los carteles-dianas de tanto energúmeno como se daba cita allí.

Habría que prestarle la atención que merece semejante toma fascista de las calles, realizada con una impunidad desmedida (comparemos la actuación policial aquí con la que se ha venido haciendo ante cualquier protesta popular ante los síntomas de la crisis social o la habida en la Cataluña del procés). No nos interesa abstenernos de lo protagonizado por los seguidores del “Santiago y cierra, España” a fin de anticiparnos mejor ante la más que probable pinza que el sistema en su conjunto aplicará en caso de que hubiera una agudización en las movilizaciones y protestas sociales ante un escenario de nuevos recortes. Estos podrían sobrevenir ante las incesantes exigencias de Bruselas de rebajar la desorbitante deuda del país y el déficit fiscal.

Efectivamente, debemos estar preparados para librarnos de la pinza que podrían formar, por una parte, un gobierno de coalición que pondrá por delante su “pedigrí de izquierda”, pero que no solo no va a enfrentar realmente la política de recortes que se les dicte, sino que utilizarán todo tipo de demagogia “progre” para anestesiarnos. La otra parte de la pinza la formaría esa nebulosa de bandas fascistoides “venidas arriba”, con su particular demagogia nazionalista de siempre. En caso de que se reactivase la lucha obrera y social, esas bandas de matones vendrían bien al sistema para complementar los límites que le impone su propia  “legalidad vigente”.

Reparemos en que junto a esa pandilla del aguilucho acompañada de más “gente de bien”, se mezclaron día tras día activistas enmascarados claramente fascistas y candidatos a formar los Freikorps contra la clase obrera y los trabajadores en general. La verdad es que han estado sumando días de ensayo y de práctica de calle –acaparando, como decimos, bastante impunemente la actualidad– mientras la resistencia antifascista brillaba por su ausencia; seguramente, como igualmente hemos indicado, porque no nos sentíamos concernidos con una batallita con mucho de politiquería al estar directamente relacionada con la investidura de un representante del “PSOE y PP, la misma mierda es”. Como protestaban contra un Pedro Sánchez “que partía España” –y este no concita lógicamente simpatías entre mucho activismo social y militante-, resulta que “no cabía” dar respuesta a esa vorágine fascista, no fuera que pareciera que salíamos en defensa del candidato a la investidura, como si fuéramos una réplica de los de  IU y otros sumandos del entramado politiquero de Yolanda Díaz

Así que asistimos con no poca pasividad televisiva a esos acontecimientos, a pesar de que solo hacía falta ver en su salsa a esos energúmenos para convencerse de que anhelan que España reedite, si les es preciso, los campos de la muerte en los que tanta gente sencilla fue sacrificada sin tumba identificada.

Sin embargo, la historia nos depara ejemplos, en positivo y negativo, sobre cómo actuar ante escenarios parecidos, por más que las comparaciones históricas haya que hacerlas con mucha prudencia de rigor. Quizá el ejemplo en positivo más sobresaliente para los comunistas es el que nos dieron los bolcheviques, magistralmente conducidos por Lenin, cuando en 1917 salieron con contundencia al paso del golpe zarista que Kornilov quería dar contra el gobierno de Kerenski. Actuaron sin mostrar duda alguna contra la extrema reacción korniloviana, sin miedo a que los confundieran con el gobierno de Kerenski, al que venían acusando de ser el mayor impedimento para que se diera el cambio profundo que el pueblo necesitaba. Evidentemente, no estamos en España en un periodo entre revoluciones burguesa y proletaria, como ocurría en la Rusia del 17. Pero sí que nos sirve, cualitativamente hablando,aquella experiencia como lección de táctica acerca de cómo actuar ante dos enemigos que también pueden llegar a enfrentarse entre ellos.

Otro ejemplo “de libro”, pero esta vez en negativo, lo tenemos con la subida de los nazis al poder en Alemania, cuando el partido comunista competía el liderazgo de la izquierda con unos socialdemócratas bajo cuyo gobierno se habían llegado a producir los asesinatos de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht. Al respecto de este trance histórico, lo mínimo que se puede decir es que hay debate en el seno de nuestro movimiento acerca de la táctica que entonces (no) se aplicó ante unos bellacos que iban de nacional-socialistas.

Precisamente, y ya volviendo al ruedo ibérico, desde ese ámbito fascista español se quiso combinar la toma de las calles hasta con convocatorias voxianas de huelga (por cierto, con seguimiento ridículo). En este sentido, hay que saludar el comunicado que salió de la Confluencia Sindical de la Bahía de Cádiz donde se dirigía a las verdaderas fuerzas progresistas en los ámbitos político, sindical y social para que no permitieran que se les otorgue “impunidad al fascismo y que este aproveche esa impunidad para ocupar espacios y lugares que deben destinarse a la organización de clase por el mantenimiento de los derechos y la consecución de avances en el entorno laboral y social”.

No habrá línea revolucionaria en este país que pueda ahorrarse ajustar cuentas con los del aguilucho, tanto en su vertiente paramilitar como en su discurso demagógico españolista, porque tendremos que retomar con claridad y fuerza la lucha obrera y social ante las contundentes exigencias de ajustes que vienen de Bruselas y que se han vuelto a recordar una vez investido el nuevo Gobierno. Y eso implicará una probable agudización de la lucha de clases con un sistema con menos margen de maniobra, lo que le llevará a echar mano de gente que haga “trabajo sucio”.

Como decía el comunicado de la Confluencia de la Bahía de Cádiz, deberemos “denunciar y combatir al fascismo ahora, sin miedo, sin intimidación, sin autorreproche y sin complejo de ‘hacerle el juego’ a nada ni a nadie, tomando  y  recuperando ya los espacios de organización de las clases populares en los barrios y en los centros de trabajo antes del crecimiento y fortalecimiento de estas bandas”.

Sin duda que los aguiluchos, al tomar las calles como han hecho, han tenido una oportunidad para avanzar en la formación de futuras bandas de matones. Pero afrontarlos desde ya, sin caer en pasivismo e indolencia, puede ser también un ejercicio propio para madurar anticuerpos revolucionarios.

Es cierto que la situación no se nos presenta de forma sencilla, tanto para diagnosticarla como para posicionarse y actuar ante ella. Porque toda esa atención a la organización en nuestro país de bandas fascistas –que es sabido que ocurre cuando se da una crisis de podredumbre del sistema capitalista– debe hacerse al tiempo, y este es el aspecto principal, que habremos de oponernos a un gobierno que utilizará su “condición democrática”, y que es víctima de la extrema derecha, para someternos de facto al nada democrático dictado de la oligarquía parasitaria financiera y de Bruselas.

Es por ello que hacíamos esa advertencia más arriba ante una pinza aplicada por el sistema en su conjunto. Si hablamos de que es aplicada “por el sistema en su conjunto” (y ya no nos referimos al gobierno de turno), es porque la lógica de aquel, del sistema, termina por imponerse más allá de las cuitas y peleas internas partidistas por copar cotas de poder, y más allá incluso de lo que le pudiera interesar al gobierno con tal de no arriesgar los asientos ministeriales. Esas peleas reales, que no habremos de negar, no deberán taparnos ni el tipo de ring al que esa lógica del sistema nos llevará ni los adversarios diversos, y hasta contradictorios entre ellos, que utilizarán para combatirnos. No habrá otra manera de escapar de la pinza que librándose de sus dos partes, por más que, ciertamente, entre ellas mismas disputen sus propias batallitas de las que la calle Ferraz nos ha dado evidentes muestras.

Ernesto Martín, militante de Red Roja

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