LA COLONIZACIÓN SEGÚN MARX

Más allá de algunos malentanedidos…

Rémy HERRERA

(Invetigador en el CNRS, Centro de Economía de la Sorbona)

INTRODUCCIÓN

Los escritos en los que Marx aborda el tema de la colonización son más bien escasos; de todos modos no dejan de ocupar varios cientos de páginas. Dispersos como están, pertenecen a géneros diferentes: desde artículos de prensa, cartas, anotaciones a lecturas, hasta párrafos dentro de los grandes tratados. Estos textos se interesan por los márgenes de la historia del capitalismo, por las periferias de Europa, pero están lejos de ser anecdóticos. Hay pues que saber resituarlos en una reflexión sobre el futuro del mundo, sobre su transformación mediante la revolución. No es exagerado decir que estos escritos son de hecho indispensables para captar, en toda su complejidad, los recorridos del pensamiento teórico y de la acción política de Marx1.

El término « colonización » es entendido muy a menudo por Marx en su sentido moderno, como conquista militar y ocupación por parte de una potencia metropolitana de territorios, para dominar a esos pueblos extranjeros y explotarles económicamente en el marco de un “imperio”. En este sentido el término se emplea generalmente referido a la expansión mundial de los países de Europa, iniciada a finales del siglo XV, que condujo al « reparto del mundo » en beneficio de los centros. Así pues, la colonización es inseparable de la singularidad del modo de producción capitalista.

Marx es heredero de la Ilustración, y sobre todo de Hegel. Su libro La filosofía del derecho (párrafos 245 a 249) ya mostraba a una sociedad civil presa de sus contradicciones y condenada a salir de sí misma para resolverlas, cargándolas sobre otros pueblos, e intentar crecer de forma ilimitada. Hegel no obstante añadía que esta salida no ofrece solución a los conflictos de la sociedad civil, no hace sino reubicarlos a riesgo de reproducirlos en un espacio más amplio, con mayor intensidad2.

Marx escribió, junto con Engels, sobre la colonización entre los años 1840 y 1880. La época cuenta. Estamos, por una parte, entre el tiempo del capitalismo mercantil, el de la toma del control por la industria, de la libre competencia, de la hegemonía de Inglaterra que Marx ve terminar, y, por otra, el del imperialismo, el de la reconquista del mundo por los monopolios que traerá la supremacía finaciera estadounidense, un tiempo que aun no había llegado. Este es el momento en que Marx habla de la colonización, un tiempo de chovinismo occidental, de creciente intolerancia, el tiempo de los ideólogos racistas, de los odios reaccionarios del siglo XIX.

Se percibe la trayectoria de una reflexión teórico-política sobre la colonización. A medida que sus investigaciones sobre el tema se diversifican y profundizan, se van viendo evoluciones, complejidades, incluso indeterminaciones y los malentendidos a que dieron lugar.

  1. LA INVARIANTE DE LA REFLEXIÓN:

LA DENUNCIA DE LA VIOLENCIA COLONIAL

Para Marx, la colonización es sobre todo «empleo de la fuerza armada» 3, la violencia de la conquista de territorios y el sometimeinto de los pueblos. Son numerosos en sus obras los ejemplos que hablan de crímenes, sufrimientos padecidos, masacres de vidas humanas por millones. El paroxismo, según él, se alcanza en las colonias inglesas, citadas como «modelo” de sociedades establecidas sobre el odio racial, las hecatombes, la esclavitud, los saqueos, las hambrunas organizadas, la represión, la tortura, la segregación. Y no es extraño: Inglaterra era la hegemonía mundial. Marx habla de « “esos perros ingleses de nervios delicados, [de su] hipocresía4, de su crueldad (en Jamaica), de «los procedimientos filantrópicos al uso en sus colonias penitenciarias”5 (en India), de las « abominaciones [cometidas] solo por diversión 6 (en China)…

Marx se basa en los informes oficiales de entonces; tiene pues que atravesar el blindaje de la propaganda de la prensa dominante (con el « sanguinario viejo Times » a la cabeza) obligada a vociferar contra el «salvajismo de los indígenas”, a lamentarse únicamente de las víctimas de origen europeo, a representar de hecho la comedia del «Tartufo de la venganza [para] hacer olvidar que [el gobierno inglés] es resposable del mal ocurrido»7. En ningún momento ha ocultado los suplicios vividos por los pueblos colonizados. Desde muy temprano los ha denunciado, desde La ideología alemana8, y antes incluso9, aunque de manera distinta a las críticas anti-colonialistas de los liberales, en general falsamente generosos10, o a las de los socialistas, llenos de buenos sentimientos, pero peligrosos pues arriesgaban hacer fracasar la revolución. La violencia institucionalizada, inherente a la administración colonial, ha sido siempre mostrada crudamente; hasta el punto de llegar a disculpar las rebeliones:

No hemos hecho más que un breve resumen, muy edulcorado de la verdadera historia de la dominación inglesa en India. Ante hechos así, hombres imparciales y razonables tal vez lleguen a preguntarse si no está justificado un pueblo a expulsar a los conquistadores que han cometido tales abusos contra su gente11.

Las acusaciones de Marx se derivan de la constatación de un hecho histórico incontrovertible: la violencia intrínseca a la génesis del capital. La colonización es un método mediante el cual se lleva a cabo la acumulación primitiva, la más brutal, pero que no deja de ser uno más de los medios utilizados por el capital. Ve con los mismos ojos el capitalismo colonial de ultramar y el capitalismo de la sociedad burguesa en el centro del sistema mundial, que expropia a los campesinos, los aloja en sórdidos barrios de miseria e impone a los proletarios una vida infrahumana. Son las dos caras de una misma realidad, la de la expansión del capital.

Al mismo tiempo que introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba el impulso para la tranformación de la economía esclavista más o menos patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación. En general, la esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exigía, a modo de pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el nuevo Mundo.12.

La denuncia de la violencia colonial es pues una invariante en la reflexión de Marx. Sin embargo sobre esta trama crítica constante, se aprecian evoluciones extremadamente importantes.

  1. EL PUNTO DE PARTIDA, LA MODERNIZACIÓN Y LA CIVILIZACIÓN

Los textos más tempranos de Marx presentan sin embargo la modernización y la civilización gracias a la colonización. Por entonces estaba convencido de que la victoria del proletariado inglés sería la liberación de las naciones orpimidas, incluida en Europa (Irlanda y Polonia…). Son tiempos de optimismo, avivado por una visión de la historia impulsada por la lucha de clases y las revoluciones que se avecinaban (1848). La conquista de India, la de Argelia, son percibidas como oportunidades decisivas para estos países. La colonización es una agresión, insostenible es verdad, pero en realidad un progreso. Sus artículos de 1853 publicados en el New York Daily Tribune – periódico progresista estadounidense, influyente en cuyo seno Marx luchó contra las tendencias anti-socialistas – refuerzan esta línea e interpretan la colonización de la India como “revolucionaria”:

Inglaterra en […] Indostán se guiaba por intereses abyectos y actuaba de manera estúpida para lograr sus intereses (…) Fue un instrumento inconsciente de la Historia al provocar esta revolución»13.

Esta presentación positiva de la colonización remite al Manifiesto para el cual burguesía y civilización coincidían o se acompasaban bastante bien. La civilización personificaba la industria inglesa y la superioridad de la burguesía. Ésta, a pesar de todo, liquida el feudalismo, pone en marcha las fuerzas productivas y hace así necesaria – y posible – la transición hacia la sociedad sin clases14. Es ella la que, por medio de la colonización, desagrega a las antiguas comunidades que esclavizan a los pueblos no europeos y amplía, más allá de Europa, su control sobre el mundo. Engels está en la misma línea y en 1848, los dos autores toman partido por Estados Unidos frente a Méjico. El gobierno estadounidense, al servicio de los esclavistas y, en el norte de Méjico, de los especuladores de tierras, es condenado pero no cuestionado por la colonización. Marx y Engels abrigan la esperanza de ver a Estados Unidos asumir un papel en la convulsión del mundo, y anticipan ya el desplazamiento inminente del centro hegemónico del sistema mundial15.

Por supuesto que este “paso adelante” colonial tiene un coste humano muy alto:

¿Alguna vez ha realizado la burguesía un progreso sin arrastrar a los individuos y a los pueblos por la sangre y el barro, la miseria y la degradación? 16

se pregunta Marx (artículo de 1857 sobre la India). La civilización tiene dos caras:

La hipocresía pronfunda y la barbarie inherente a la civilización burguesa se muestran ante nuestros ojos, pasando de su hogar natal, donde toma formas respetables, a las colonias donde se muestra sin velos »17. Solamente cuando una gran revolución social haya dominado estas realizaciones de la época burguesa, el progreso humano dejará de parecerse a ese horrible ídolo pagano que solo quería beber el néctar en el cráneo de sus víctimas18.

Mientras tanto, los países conquistados son forzados a emprender el camino de la “civilización”. Esto – digámoslo – sin negar la civilización propia del país colonizado. Habrá que esperar muchos años a que la condena de la colonización sea sistematizada. Porque, durante mucho tiempo, el análisis de Marx será llevado a cabo sobre todo en términos de destrucción-regeneración.

  1. LA COLONIZACIÓN COMO DINÁMICA DE

DESTRUCCIÓN-REGENERACIÓN

La explicación que se da de la génesis del capital en el libro I de El Capital, sitúa la colonización en el corazón mismo de la acumulación primitiva, que no se limita únicamente a Europa19. El desarrollo del capital se realiza por disolución del feudalismo (concentración de tierras, compartimentos, separación del trabajador de los medios de producción, fuerza de trabajo liberada, división del trabajo) y, al mismo tiempo, por la expansión por el mundo de la esfera de dominación del capital. Es la cara externa del proceso, a veces pasado por alto, que deja ver la colonización de las sociedades precapitalistas localizadas fuera de su campo de acción. El englobamiento de las zonas exteriores al mundo de la mercancía se realiza mediante una dinámica de destrucción-regeneración, sobre el modelo reiterado de la Aufhebung (superación por supresión-conservación). Destrucción significa aquí sustitución por las relaciones y estructuras nuevas de las formas anteriores en descomposición. Este proceso es ilustrado en el artículo de 1853 “Los posibles resultados de la colonización británica en la India”: Inglaterra tiene allí una doble misión: 1) destructora y 2) regeneradora; la aniquilación de la vieja sociedad y después el establecimiento de los fundamentos materiales de la sociedad moderna.

La intrusión de los ingleses en la India destruyó toda la entidad socioeconómica. Después de la conquista, los capitalistas reemplazan las relaciones mercantiles por un control de las producciones locales. Lo cual pasa por la tranformación del sistema tradicional de posesión de la tierra. La condición de la producción capitalista, dice el Libro I, es una ”propiedad del suelo arrancada de las manos de la masa”20. Liberar la tierra es individualizar su propiedad. Basado en la inter-dependencia agricultura-artesanado, el mundo precapitalista se derrumba21. El capital tiene armas temibles sobre el mercado colonial, como los bajos precios de los productos de fábrica. Entre la metrópoli y sus colonias el intercambio es desequilibrado – desigual, diríamos. Las diferencias de estructuras productivas, y por tanto de productividad del trabajo en beneficio del país colonizador, que produce en el mismo tiempo más valor, aportan beneficios extra. La ley del valor aplasta al país sometido porque el monopolio colonial permite a los capitalistas europeos vender sus mercancías por encima del valor determinado en la metrópoli. Esta competencia manipulada (“desleal”) desestructura las actividades de las colonias, menos productivas. Opera de manera “revolucionaria”22, destruye la sociedad colonial.

Entonces la regeneración puede surgir « a través de un montón de ruinas”. Marx dibuja un sorprendente cuadro de los progresos susceptibles de ser aportados a las colonias por la penetración del capital23: unidad política del país, prensa libre, educación, medios de transporte, propiedad privada de la tierra, “liberación” de mano de obra rural puesta a disposición de las industrias nacientes… En la India y otros países, Inglaterra devasta, su ejército saquea, su industria destruye, su capital extrae superbeneficios. Pero el capital invierte allí, construye, reorganiza el sistema productivo hasta el punto de crear las condiciones de su misma futura evicción; así de dinámico es el desarrollo local previsto.

Es evidente que Marx se equivocó sobre estas previsiones de futuro; o bien, que no sacó las consecuencias de los encadenamientos que había descubierto. En los Manuscritos de 1857-58 (Grundrisse), él precisa sin embargo, que el desarrollo de la producción mercantil simple no lleva necesariamente a la producción mercantil capitalista, que puede llevar a “otra cosa [distinta del capital]”24. El Libro I concluye con el examen descriptivo de las colonias de asentamientos (y de las tesis de Wakefield), pero, al principio del libro II, Marx ya no habla de las colonias25; presenta in abstracto el modo de producción capitalista y no dice nada de las articulaciones del capitalismo con otros modos de producción, fuera de Europa, a los que aun no ha sustituido. Además, no sabemos cómo habría redactado los trabajos que él quería consagrar a la colonias anunciados en su “plan de 1857” y que finalmente no tuvo tiempo ya de escribir.

  1. EL PROCESO DE UNIFICACIÓN DEL MUNDO, MARCHA HACIA LA REVOLUCIÓN

Mientras tanto, lo que afirma Marx es que la colonización, como expansión de la dominación burguesa en el mundo, es una etapa de la unificación del mundo26, inherente a la reproducción del capital que somete a su lógica a las demás sociedades, según una dialéctica mercado mundial – gran industria27. El progreso proviene de la inserción en el sistema mundial de la colonia, incluso confinada a las funciones de receptáculo de emigrantes y proveedor de materias primas. Y, por supuesto, la ventaja económica de la explotación colonial para los capitalistas Europeos es fundamental: la colonización actúa como contra-tendencia a la ley de la disminución tendencial de la tasa de beneficio. Es una oportunidad de ganancias extra, que contrarrestan la crisis de sobreproducción.

No obstante, Marx no duda de que la colonización llevará a la industrialización de la periferia. Él ve claramente los obstáculos (el régimen colonial, la ausencia de propiedad privada del suelo), pero piensa que ninguna resistencia duradera impedirá el auge del capital. La industrialización llegará. No percibe que el auge del capitalismo en el centro pueda impedir una generalización homogénea del desarrollo. En esto sigue prisionero del momento histórico que fue el suyo. Fue después de él cuando los monopolios bloquearían la formación “normal” del capitalismo en la periferia para condenarla al subdesarrollo. En una palabra, Marx no podía entonces comprender que la constitución del capitalismo en tanto que sistema mundial iba a ser algo más que la extensión del modo de producción capitalista a escala mundial28.

En un artículo de 1853 sobre « Los posibles resultados de la dominación británica en la India”, Marx recuerda su tesis según la cual solo las revoluciones proletarias de los países avanzados podrán en su momento abrir la era del socialismo. Él vislumbra, sí, el ascenso de los movimientos de liberación nacional, pero no dice nada más29. En 1850 prevé incluso un avance en China tan rápido que no se tardará en leer en la Gran Muralla estas palabras: “República china: libertad, igualdad, fraternidad”30. El hecho de admitir la posibilidad de una revolución en China (o en otros lugares del Sur: India, Egipto, Argelia…) es ya de por sí extraordinario teniendo en cuenta el racismo entonces reinante. El alcance universalizante de las esperanzas de revoluciones extraeuropeas bastaría por sí mismo para colocar a Marx en las filas del humanismo antirracista radical. Sin embargo, en él, en aquel entonces, las luchas de los pueblos colonizados no son aun más que un complemento o prolongación de la tarea que incumbe solo al proletariado europeo. En efecto, se trataba de fundar, a partir del nivel industrial más alto posible, el modo de producción superior, el comunista.

Marx no quita importancia a la gravedad de la colonización; dice que la suerte de los pueblos colonizados es peor que la de los trabajadores metropolitanos. No presta menos atención a los unos que a los otros. Piensa que la expansión del capital es terriblemente dolorosa, pero que es inevitable y arrastra a todos los pueblos en un mismo movimiento, hasta reunir finalmente a escala global, para la emancipación de todos ellos, las condiciones de la revolución mundial.

Sin embargo, Marx y Engels van a radicalizar su denuncia del hecho colonial al comprender que hacía falta inmunizar a los europeos contra el veneno del racismo distilado por sus burguesías. Escribe Engels en 1856:

Vemos que la pretendida libertad de los ciudadanos ingleses tiene como fundamento la opresión de las colonias31.

No podían ver los determinantes de lo que iba a convertirse en imperialismo, pero sí veían que las colonias eran explotadas en beneficio de las sociedades del centro en su conjunto, incluido el proletariado y el aburguesamiento que fracciones de la clase obrera representaban. Engels:

¿Qué es lo que los obreron ingleses piensan de la política colonial? A fe mía que lo mismo que los burgueses32.

Y más tarde :

Los obreros participan en el monopolio colonial de Inglaterra y tan contentos33.

Pocos marxistas del Norte se atreven a aventurarse en este terreno tabú que bloquea el internacionalismo de los trabajadores del Norte para con los pueblos del Sur, prácticamente apagado34. Menos tímido era Marx cuando habla de

millones de obreros, condenados a perecer en las Indias para proporcionar al millón y medio de trabajadores en Inglaterra en la misma industria, tres años de prosperidad sobre diez35.

¡Es designar al proletariado de las colonias como fuerza revolucionaria de futuro! Incluso expresaba su temor de ver un día a la burguesía de los países colonizados, en pleno auge, formar una fuerza con vistas a aplastar la revolución que estallaría en el centro36. Más allá de la paradoja (revolución en los países avanzados/aburguesamiento de los obreros), se trata aquí de una carrera contrareloj: ¿llegará a tiempo la revolución en el Norte?37

INFLEXION N° 1: CUESTIONES COLONIAL Y NACIONAL

Una primera reorientación de Marx en su reflexión sobre la colonización se produce a finales de la década de 1850. Se trata de las resistencias del pueblo irlandés a la dominación inglesa que se agudizan durante el otoño de 1857. La cuestión colonial se plantea, por primera vez, en una clara conexión con la cuestión nacional38. El conflicto irlandés, colonial y nacional, obliga pues a pensar en la relación entre lucha de clases en la metrópoli y la liberación nacional de la colonia.

Marx sigue de cerca los acontecimientos de Irlanda y la formación de sus organizaciones nacionalistas, entre las cuales el fenianismo, cuya actividad insurreccional se intensifica a partir de 1859. A principios de 1860, Marx toma conciencia de que la lucha del movimiento obrero inglés está hipotecada por el problema irlandés. Desde ese momento, la emancipación nacional de Irlanda va a ser percibida como « la condición de la que depende la emancipación social de los trabajadores ingleses”39. Este cambio está ligado a la constatación de una escisión en el seno de la clase obrera en Inglaterra: los obreros no forman un frente unido ante los capitalistas y se dividen según criterios de nacionalidad. En 1869, Marx dice estar

cada vez más próximo a la conclusión (…) de que la clase obrera inglesa no podrá hacer nada decisivo en Inglaterra a menos que rompa con la política de las clases dominantes y haga causa común con los irlandeses40.

Para articular las luchas obrera y nacional, relaciones de clases y de naciones, Marx habla de nación oprimida (« oppressed Irish ») y de nación de opresores (« oppressors » ingleses)41; ambas consideradas como un todo que cubre la naturaleza de clases de la opresión del proletariado por el burgués. En otras palabras, a las relaciones intranacionales de explotación de clases vienen ahora a superponerse relaciones internacionales de dominación. Tenemos aquí una potencialidad emancipadora de los ideales nacionalistas del país dominado de las que se benefician los proletarios del país dominante en el que, al contrario, un nacionalismo colonialista sirve a la burguesía. Irlanda va a ser el detonate de las luchas inglesas. Marx precisa:

Yo creí durante mucho tiempo que era el auge del movimiento inglés el que permitiría derrocar el régimen irlandés. Un estudio más serio me conveció de lo contrario. La clase obrera inglesa no hará nada hasta que no se desembarace de de Irlanda. Es en Irlanda donde se debe apoyar la palanca42.

El orden de prioridades, invertido, milita a favor de una alianza: La lucha por el socialismo y por la liberación nacional son solidarias. Apoyar la autodeterminación de Irlanda es un deber para los obreros ingleses que pasa por el fin de los prejuicios anti-irlandeses de las Trade-Unions. Escribe Marx:

La lucha de clases en Inglaterra hasta ahora dormida, perezosa, cogería una fuerza vigorosa43. El único punto donde dar un buen golpe contra Ingraterra es Irlanda44.

El momento es decisivo en la reflexión de Marx, pero corto. Porque esta estrategia, construida sobre la convicción de la inminencia de una revolución en Inglaterra, permanecerá en estado de esperanza. Los hechos desmontaron las previsiones, incluso si la perspectiva de una revolución europea persiste. El giro de la guerra franco-alemana de 1870 y el aplastamiento de la Comuna de París provocaron no obstante el desplazamiento del epicentro de la revolución a Alemania.

Lo que se ve es que Marx se niega a generalizar, o a integrar la dinámica nacional en la teoría de la revolución más allá del caso irlandés (excepto, quizás en Polonia45). Lo que cuenta es el análisis de situaciones concretas, caso por caso, que deben volver sobre la estrategia y definir las tácticas, ajustando las posiciones teóricas según los datos reales cambiantes. En una palabra, su posición sobre la colonización siempre está guiada por la preocupación por la victoria de las revoluciones y, más allá de eso, por el advenimiento mundial del comunismo. Ahí está lo esencial. Pero al no trasladar al Sur esta articulación entre las cuestiones colonial y nacional, Marx se detiene ante la medida completa de los efectos de la colonización sobre la nación oprimida, en el umbral de un pesaje de las fuerzas de liberación nacional, que ocuparán el centro del escenario a lo largo del siglo siguiente. Cien años antes de las descolonizaciones afro-asiáticas, la tarea era ardua.

Sin embargo, cuando Marx abordó la primera ola de independencias de las colonias, en este caso latinoamericanas, el malentendido fue terrible. Y lo sigue siendo hoy, a juzgar por los comentarios que suscita su retrato poco lucido (y desafortunado) de Simón Bolívar. De hecho Marx habla de él muy mal. Se avanza a menudo que las fuentes de información de que disponía eran insuficientes, sesgadas, unilateralmente hostiles al Libertador46. El argumento es limitado. Marx no era de los que se dejan llevar por los discursos en boga y sabía comprender la historia del mundo mejor que muchos de sus contemporáneos. El hecho sin embargo es que no supo valorar el genio de Bolívar; sin duda porque éste había levantado sus ejércitos contra España – donde la llegada de la revolución hubiera exigido previamente, según Marx, una centralización monárquica que faltó en la historia española, más próxima a regímenes otomanos o a regímenes asiáticos – en nombre de los ideales de repúblicas independientes ciertamente, pero también, en el fondo, de una “federación de naciones”47. La opción que constantemente fustigó para Europa el fundador del marxismo, que rechazaba cualquier perspectiva federalista que se inspirara en el modelo estadounidense.

Ahora bien, sobre este tema particular, y delicado, como sobre los otros, lo que hay que captar es la lógica del razonamiento de Marx – hasta en sus limitaciones. Al analizar la colonización en tanto que desarrollo indiferenciado en el mundo de la esfera mercantil, un cierto “cosmopolitismo” eclipsa la entidad nacional que, por tanto, no puede considerarse como fenómeno político. Hay que matizar, por supuesto: Marx (y con él Engels) no habla en los mismos términos de Argelia, donde apenas se esboza 48 el impulso nacional de las resistencias, que de China, donde ya apunta la motivación nacional, o incluso de Afganistán, considerado como un “pueblo histórico”. Pero, en general, hay incertidumbre, incluso desconfianza ante el hecho nacional situado fuera de Europa. Y esto va a servir de pretexto a algunos marxistas para no aclarar la articulación indispensable de las luchas colonial y nacional.

INFLEXIÓN N°2: HISTORIA NO LINEAL Y SALTO HACIA DELANTE

Otra inflexión del pensamiento de Marx sobre la colonización se produce a propósito de Rusia. Este país fue durante mucho tiempo a sus ojos la fortaleza contra-revolucionaria, que acumulaba todos los defectos de las monarquías absolutas de Europa y del “despotismo asiático”. Él comprendió, mucho mejor que muchos observadores las repercusiones de la expansión territorial rusa hasta el Pacífico – y la expansión rusa, por otra parte, es vista bajo su aspecto de colonización terrestre. Pero el “problema ruso” es con mayor frecuencia puesto en interacción con los acontecimientos de Alemania y descifrado en la óptica de las revoluciones que surgen en Occidente. Después, en 1858, Marx escribe: “la revolución ha comenzado en Rusia”49. El cambio se produjo con las reformas de 1855-60. Marx capta la transformación del país, su efervescencia revolucionaria, y varios factores lo llevan a matizar – sin disiparlas – sus primeras críticas: la creación de una sección anti-Bakunin en la Internacional, el éxito de El Capital en ruso, la lectura de autores rusos (Chernychevski, Flerovski, etc.), los intercambios epistolares con revolucionarios…

Marx finalmente es invitado a pronunciarse sobre el funcionamiento de la colectividad campesina rusa (mir) y sobre el sistema de propiedad colectiva de las tierras que los campesinos se redistribuían (ochtchina). En 1881, Véra Zassoulitch pide a Marx su opinión sobre la evolución de Rusia a partir de la comuna rural. Quiere saber si – después de la revolución social – el país podía pasar directamente al socialismo. Después de tres amplios borradores, Marx responde en una breve carta50 aclarando un malentendido en cuanto a la evolución del capitalismo: restringe al solo ámbito de Europa occidental la “fatalidad histórica” del proceso de separación del productor de los medios de producción que empezó con la expropiación de los campesinos y se desarrolló con la propiedad capitalista fundada sobre el salario. Escribe:

El Capital no ofrece razones ni a favor ni en contra de la vitalidad de la comuna rural51. La marcha fatal de las cosas del Capital no se aplica según él independientemente de circunstancias históricas. Todo depende del medio histórico52.

Es el primer borrador. Y prosigue :

La comuna rusa puede desprenderse de sus rasgos primitivos y desarrollarse como un elemento de la producción colectiva sobre una escala nacional. Posee en la propiedad común del suelo la base de la apropiación colectiva, y su medio histórico, la contemporaneidad del capitalismo, proporciona las condiciones materiales del trabajo en común. [Sin pasar por el captalismo], puede llegar a ser el punto de arranque del [comunismo]53

Para ello, enumera condiciones, en borrador, sin precisiones. Pero lo que dice Marx ya es mucho: la obchtchina es la base para recortar el tiempo históriconecesario a Rusia, todavía demasiado agraria, para cumplimentar la revolución. En 1869 enuncia: “en Rusia una terrible revolución se hace inevitable”54. El prefacio de la segunda edición del Manifiesto comunista (1882) anuncia:

Rusia está a la vanguardia del movimiento revolucionario de Europa.

Y finalmente :

Si la revolución rusa da la señal de una revolución proletaria en occidente, y si las dos se complementan, la actual propiedad colectiva de Rusia podría servir de punto de partida para una evolución comunista55

Más allá de las vacilaciones, Marx es muy claro: las vías posibles de paso al socialismo son múltiples. La historia tolera «saltos adelante». Ya lo había escrito en 1877 a Mijailovski y a la redacción de los Otetchestvenniye Zapisky (Anales de la Patria)56. Diez años después de la publicación del primer libro de El Capital, el punto de llegada de las reflexiones de Marx se muestra pues de una importancia teórico-política mayor: el auge del capitalismo europeo no podría constituir una explicación universalizante susceptible de ser calcada para otras sociedades. Se abre así una historia no lineal, no determinista. Toda tentativa de teorización que quiera explicar las trayectorias históricas de manera indiferenciada se situaría fuera de la historia y sería de hecho errónea. La crítica que Marx formula aquí, por anticipado, no denuncia solo el idealismo de una secuencia cronológica simple de las formaciones sociales, sino también, científicamente, el impás que tal pretensión supone – una empresa en la que él mismo intentó durante un tiempo comprometerse y que ahora combate.

INFLEXIÓN N°3: DIFERENCIACIÓN DE LAS FORMACIONES SOCIALES

Marx trabajará hasta su muerte en la escritura de su obra central El Capital, para continuarla lo más allá posible del Libro I, el único que él verá publicado. Pero además dedicó una energía gigantesca a la diversificación de sus investigaciones, sobre todos los terrenos -incluidas las matemáticas, la agronomía, etc. Sus últimos años fueron así dedicados, entre otras, a pensar las diferencias de las dinámicas sociales, en el espacio y en el tiempo. Es aquí donde se percibe una tercera inflexión, crucial para nuestro tema, que va a alejarlo un poco más de una visión rígida, mecanicista – visión que a menudo se le atribuye erróneamente – de la interpretación de las formaciones sociales.

Cuando Marx empezó a redactar sus primeros textos sobre la colonización, por la década de 1840, su concepción de la historia secundaba, más o menos, las tesis clásicas de la época: la línea de evolución de la humanidad partiría de Oriente, pasaría por la Antigüedad greco-romana y llegaría a la civilización moderna de la Europa occidental. Es esta visión – hegeliana – que él va a descartar, con precaución. Marx estudia efectivamente las comunidades agrarias de las sociedades pre-capitalistas, las junta, las compara y las remite a una forma “primera”, la “propiedad colectiva primitiva”, para concluir de ahí que formas derivadas, o intermedias, subsisten en el siglo XIX, como por ejemplo la comuna rural rusa.

Marx explora combinaciones de hipótesis heterogéneas relativas a las formaciones primitivas, en las que las relaciones de producción se entrelazan en otras relaciones (por ejemplo de parentesco, de comunidad local…). Diferencia socialmente (sobre todo al estudiar la urbanización, el ejercicio del poder, el Estado, etc.), y amplía el análisis de las formas de propiedad, de dominación, de explotación. Y es sobre ese deterioro de los “desarrollos puramente locales de la producción” que la colonización se superpone para cambiar la trayectoria histórica de la sociedad colonizada (“que puede llegar a ser algo nuevo, (…) una síntesis [de los modos de producción del “pueblo conquistador” y del “pueblo conquistado”], producto de su actuación recíproca”57, escribe Marx). Sus explicaciones, en sus cuadernos, son difíciles de interpretar: integran la lucha de clases así como el entramado de las fuerzas productivas-relaciones de producción, pero que se hacen más relativas, plurales, polivalentes, arborescentes. Sus reflexiones sobre la colonización hay pues que resituarlas en el centro de estas últimas mutaciones.

El análisis de las sociedades colonizadas se hace hibridación de “formas colectivas de reproducción social”. Vemos que Marx se desprende del economicismo, de un determinismo en el que, después de él, tantos “ortodoxos” encerraron al marxismo. En una palabra, Marx rompe con Hegel por segunda vez, renuncia a relacionar toda la evolución con el vector Asia-Europa occidental. En la década de 1840, su ruptura con Hegel era incompleta: persistía el devenir hegeliano aunque a partir de él fuese materialista. Marx conservaba la antigua visión de la historia universal que se desarrolla de Oriente hacia Occidente, linealmente. En realidad, esta ruptura se efectúa constantemente a lo largo de su vida. Es justamente por eso que el tema de la colonización es crucial: es uno de los terrenos en que la relación de Marx con Hegel continúa agrietándose, deshaciéndose hasta el fin, sobre todo a propósito de las formaciones precapitalistas y comunidades rurales, cuando Marx termina con la percepción mecanicista de la historia y rechaza el reduccionismo de las “marchas forzadas” – entre noviembre de 1877 y febrero de 1881, es decir, entre la carta que escribió a Mikhaïlovski y la escrita a Zassoulitch. ¿Es esta una ruptura definitiva? Tal vez no del todo, porque la salida más allá de las fronteras nacionales emprendida por el capitalista se salda, como en Hegel, con un fracaso: lo que espera al capital en el mercado mundial, sigue siendo una y otra vez la crisis.

CONCLUSIÓN

Lo importante es sin embargo comprender que Marx va a radicalizar cada vez más su condena. En el fondo, la colonización no es más que un crimen. En 1882, Marx redacta para su amigo Engels:

Se estaba ajusticiando en una plaza de Sidi-Bel-Abbès, ante una turba numerosa, a un árabe que había asesinado a un colono. La familia obtuvo la autorización de recoser la cabeza al cuerpo antes de enterrarlo, lo cual era un gran favor ya que los colonos pensaban aterrorizar a los indígenas no devolviendo las cabezas de los musulmanes decapitados pues de esa manera no podían entrar en el paraíso de Alá58.

Cuando, ya al final de su vida, Marx habla de Argelia, ya no cree en el progreso civilizatorio aportado por la colonización. La expropiación de las tierras colonizadas no es más que:

el gran momento de aceleración de la larga depauperación de Argelia, fundamental en su historia colonial59.

La destrucción de la sociedad colonizada opera en realidad en lo más profundo de su razón de ser. En esto, la crítica del colonialismo por parte de Marx, va in crescendo, constituye una transición entre las primeras actitudes, ambivalentes, que terminan por desvanecerse, y las acusaciones más radicales que vendrán con Lenin y otros. La actualidad de esta reflexión – a comprender en toda su amplitud y en todas sus evoluciones – es pues clamorosa: nos viene a decir en suma que el sistema capitalista, a pesar de los avances de que pudo ser por un tiempo portador, no es humanizable, que está en guerra contra toda la humanidad, y que será superado.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Centre d’Études et de Recherches Marxistes [1978], Sur les Sociétés précapitalistes – Textes choisis de Marx, Engels, Lénine, CÉRM, Études sociales, Paris.

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RUBEL, M. [1969], Écrits sur le tsarisme et la commune russe, Droz, Genève.


Traducción de Red Roja

1Este artículo se basa en la introducción del libro Friedrich Engels et Karl Marx sur le colonialisme, publicado en Éditions critiques (París) mayo de 2018.

2 Hegel, F. Filosofía del derecho, § 245-249, p. 262-264.

3 Ver: Marx (1977a), El Capital, Libro I, Sección 7ª, capítulo XXIV, (tomo 3), p. 922.

4 Carta de Marx a Engels del 20 de noviembre de 1865.

5 Artículo de Marx de 16 septiembre de 1857 sobre la primera guerra del Opio, Marx y Engels (1978), p. 185.

6Idem, p. 183.

7Idem, p. 186.

8 En un pasaje del SaintMax se expone el castigo del Spanso bocho, aplicado a los colonos en Surinam. Ver: Marx et Engels (1968), p. 338.

9 Cuando esboza el concepto de « fetichismo » en los « Debates sobre la ley relativa a los robos de leña » (Rheinische Zeitung, 25 de octobre – 3 de novembre 1842), Marx subraya que es « para salvar a los hombres» por lo que los Amerindios de Cuba, « que veían en el oro el fétiche de los Españoles », « lo arrojaban al mar»…

10 A modo de ejemplo, ver el análisis crítico de la postura anti-colonialista de Jean-Baptiste Say : Herrera (2014). Algunas concepciones británicas relativas a la colonización y a la esclavitud se discuten en : Herrera (2003).

11 En “Investigación sobre las torturas en la India” New York Daily Tribune 28 de agosto de 1857 pp.181-187.

12 Marx (1977a), Sección séptima, capítulo XXIV, (tomo 3), p. 938

13 Marx et Engels (1978), p. 42.

14 Marx et Engels (1978), p. 163.

15 Marx et Engels (1988a), tomo 7, p. 213-225 (artículo de febrero de 1850 dans la Neue Rheinische Zeitung).

16 Marx et Engels (1965), p. 163.

17Idem, p. 98.

18 Marx et Engels (1978), p. 99.

19Marx (1977a), 8e section, chapitre XXXI, § « Le régime colonial », (tome 3), p. 193.

20 Marx (1977a), 8e section, chapitre XXXIII, (tome 3), p. 209.Marx

21 Marx et Engels (1978), p. 37-39.

22 Marx (1977c), Livre III, 4e section, chapitre XX, (tome 1), p. 341-342. Aussi : Marx et Engels (1978), p. 41

23 Marx et Engels (1978), p. 93-96.

24 Marx (1980), Partie III, 2ième section, (tome 1), p. 410-452 ; surtout p. 444.

25 Marx (1977b).

26 Voir, par exemple, Œuvres – Économie I, La Pléiade, p. 1438-1451.

27 Marx (1977a), Livre I, 4ième section, chapitre XV, VII, (tome 2), p. 131-132.

28 Herrera (2001a), p. 201-221.

29 Marx et Engels (1978), p. 92.

30 Article publié dans le n°2 de la Neue Rheinische Zeitung, Politischokonomische Revue de janvier-février 1850.

31 Marx et Engels (1978), p. 340.

32 Idem, p. 357-358.

33Carta se Engels a Kautsky del 12 de septiembre de 1882.

34 Emmanuel (1969), con presentación crítica y anotaciones teóricas de C. Bettelheim.

35 Marx (1961), p. 90

36. Carta de Marx a Engels del 8 de octubre de 1858.

37 Herrera (2001b).

38 Carta a L. Kugelman del 29 noviembre 1869. Ver también : Marx (1977a), 7ª sección, capítulo XXV, V.6. « Irlanda », (tomo 3).

39 Carta de Marx a Meyer y a Vogt del 9 abril de 1870.

40 Marx et Engels (1978), p. 349.

41 Carta de Marx a Kugelman del 29 novembre 1869

42 Carta de Marx a Engels del 10 diciembre de1869

43 Marx et Engels (1988b), tomo 32, p. 656.

44 En : https://www.marxists.org/francais/marx/works/00/kug/km_kug_18700328.htm#_ftn3

45 En : http://www.luttedeclasse.org/marxisme/kmfepc.pdf.

46 Marx (1999) ; inicialmente publicado en The New American Cyclopaedia (1858).

47 Leer: « Le temps et l’espace de Bolivar », in Herrera (2017), p. 7-50.

48 Artículo de Marx titulado « Bugeaud », publicado en The American Cyclopaedia el 27 de noviembre de 1857.

49 En : https://marxists.catbull.com/archive/marx/works/1858/letters/58_10_08.htm.

50 Centre d’Études et de Recherches marxistes (1978), p. 318-340, et p. 340-342.

51 CÉRM, p. 341.

52 Idem, p. 323.

53Idem, p. 325.

54Carta de Marx de 1870, in Rubel (1969).

55 Prefacio a la 2ª edición rusa (1882) del Manifiesto.

56 « Carta a Mikhaïlovski (1877) », reproduite dans CÉRM, p. 350

57 Ver : Gallissot y Badia, Marxisme et Algérie, UGÉ 10/18, Paris, « Le Séjour de Marx à Alger », pp. 287-373.

58 Ver : Gallissot y Badia, Marxisme et Algérie, UGÉ 10/18, Paris, « Le Séjour de Marx à Alger », pp. 287-373.

59 Ibidem.

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